Crítica de ‘La Trama Fenicia’: El regreso triunfal de Wes Anderson con su aventura más brillante y surrealista.

A lo largo de la filmografía del entusiasta director tejano Wes Anderson, se ha podido ir observando una tendencia a una definición casi rígida de los elementos característicos de su puesta en escena que engloba su universo. Si con su ópera prima, Bottle Rocket (1996), podría parecer que seguiría la línea de estilo temprano de los hermanos Coen, ya en esta estaba sembrando parte de su estilo propio. En ella ya se vislumbraba la creación de personajes exagerados, como Dignan y Anthony, dentro de una narración atropellada y casi monótona, envuelta en una narrativa absurda que ellos mismos tratan de defender. Todo ello acompañado de elementos formales que iban advirtiendo su sello autoral: el uso de travellings y paneos sencillos, una paleta cálida de colores, momentos de simetría y encuadres muy pensados, así como la banda sonora que acompaña.
Con sus siguientes obras, tales como Academia Rushmore (1998), Life Aquatic (2004) o Fantástico Sr. Fox (2009), su primera película de animación en stop motion, entre otras, fue recogiendo y afianzando su estilo; un estilo que le sirvió para ganarse a su público y despertar la curiosidad de otros tantos. No fue hasta el estreno de su obra más conocida, El gran hotel Budapest(2014), que se consagra su estilo y universo, con una puesta en escena que se mueve entre los elementos característicos de una obra de teatro y una película, y que incluye elementos como el uso de sets artificiales y maquetas, una narrativa dividida en capítulos o actos, planos perfectamente equilibrados, uso de cámaras fijas que se contrastan con travellings paralelos y movimientos rápidos de paneo. Además, está marcada por un elenco coral y recurrente, como es el caso de Bill Murray, Owen Wilson, Anjelica Huston, Tilda Swinton o Willem Dafoe, entre otros.

Sin embargo, con La Crónica Francesa (2021) y Asteroid City (2023), Wes Anderson pareció atascarse en un perfeccionismo visual abrumador, donde la minuciosidad estética y la construcción milimétrica de cada plano terminaron por sofocar a unas narrativas fragmentadas y caóticas. Ambas películas, a pesar de su despliegue técnico impecable y el habitual desfile de estrellas, carecieron de la calidez y el ritmo que habían caracterizado sus mejores obras. Hecho que podía haber insinuado que el director quizá había alcanzado un límite en su estilo. Ahora, con La trama fenicia, presentada en la Sección Oficial de Cannes, Anderson parece haber recuperado su capacidad de asombro y entretenimiento, refinando su estilo sin perder su esencia. El resultado es una obra que vuelve a equilibrar lo ornamental con lo emotivo, recordando por qué su cine alguna vez fascinó tanto a crítica como a público.
Esta vez, ambientada en la década de posguerra de los años 50, se centra en la vida de un magnate multimillonario europeo, Zsa-Zsa Korda (Benicio del Toro), quien vive a contrarreloj, obsesionado con llevar a cabo su excéntrico plan: “El Plan Fenicio de Infraestructura Terrestre y Marítima Korda”, mientras trata de esquivar los múltiples intentos de asesinato que lo acechan.

Como es habitual en el universo wesandersiano, la película reúne a personajes opuestos que persiguen un mismo objetivo. A la delirante misión del magnate Zsa-Zsa, inspirado en el suegro de Anderson, Faud Malouf –un ingeniero libanés que, como el protagonista, también guarda sus proyectos en cajas de zapatos–, se suman Liesl, una monja a quien Korda reconoce como su hija y acoge con la intención de dejarle su herencia por si le ocurre algo, y Bjørn Lund (Michael Cera), un comunista que, pese a sus principios, termina colaborando con el capitalista al que detesta. La trama fenicia recupera así la narrativa coral y tragicómica que profundiza en relaciones familiares disfuncionales, como ya ocurrió en Los Tenenbaums. Una familia de genios (2001) y Viaje a Darjeeling (2007), combinando lo absurdo y lo entrañable. Esta película también recupera, de estas dos últimas mencionadas, la idea del viaje como una búsqueda de éxito y reconciliación que, inevitablemente, desemboca en el fracaso o en una transformación inesperada de los personajes. Al igual que los tres hermanos Chas, Richie y Margot en Los Tenenbaums. Una familia de genios, o Francis, Peter y Jack Whitman en The Viaje a Darjeeling, los protagonistas de esta nueva aventura se embarcan en una travesía marcada por alianzas improbables y un propósito desmesurado que funciona como excusa para enfrentarse a sus propios desencantos.
En el film también resuenan ecos evidentes del cine de Luis Buñuel, particularmente de El discreto encanto de la burguesía (1972) y Viridiana (1961). Anderson recoge de Buñuel ese gusto por situar a la alta sociedad en situaciones absurdas y grotescas, ridiculizando sus obsesiones y contradicciones bajo una apariencia de exquisitez formal. De forma similar a lo que ocurre en El discreto encanto de la burguesía, donde los personajes vagaban de cena en cena sin poder saciarse, aquí los protagonistas persiguen un proyecto desmesurado e irreal, una odisea empresarial que se convierte en una sátira sobre la ambición y el absurdo del poder. Asimismo, la figura de Liesl, la monja impostora, recuerda a la Viridiana de Buñuel en su intento fallido de redención moral dentro de un mundo corrompido.
En lo formal, Anderson mantiene su característico preciosismo visual, pero introduce una fragmentación narrativa y una ironía más cáustica, cercana al surrealismo de Buñuel: escenas donde la lógica interna se subvierte sutilmente, decorados que parecen escapar de una maqueta onírica y situaciones resueltas con una naturalidad que roza lo delirante, logrando un equilibrio entre lo meticulosamente construido y lo extrañamente absurdo.

En definitiva, con La trama fenicia, Wes Anderson no solo recupera la energía narrativa y la calidez emocional que parecían diluirse en sus dos últimas películas, sino que además refina su estilo hasta alcanzar un punto de madurez en el que lo ornamental y lo humano se entrelazan con naturalidad. Lejos de quedar atrapado en el perfeccionismo visual que lastró La Crónica Francesa y Asteroid City, aquí vuelve a asombrar y emocionar. Anderson demuestra que aún es capaz de reinventar su universo sin traicionar su esencia, entregando una obra que se siente, a la vez, profundamente suya y refrescantemente viva.
NOTA: ★★★★☆
«LA TRAMA FENICIA», YA EN CINES.
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