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Crítica de ‘Las Corrientes’ [73SSIFF]: Una odisea emocional a través del agua y la psique.

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En Las corrientes, que compite en la sección oficial del Festival de San Sebastián, emergen dos protagonistas que se entrelazan en un mismo cauce narrativo: el agua, visible y omnipresente; y la mente, intangible pero insistente, que discurre con igual fuerza en un territorio menos visible: el de la interioridad. Mientras la primera se presenta como un elemento tangible que moldea los escenarios y marca el ritmo de la historia, la segunda se insinúa en los pliegues emocionales de Lina (Isabel Aimé González Sola), en aquello que el agua sugiere y, al mismo tiempo, oculta.

La directora argentina Milagros Mumenthaler, quien en sus dos anteriores películas –Abrir puertas y ventanas (2011) y La idea de un lago (2016)– ya había indagado en la mente de sus protagonistas, retoma en esta nueva esa misma búsqueda con nuevas resonancias.

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Lina (Isabel Aimé González-Sola), estilista con una vida acomodada, viaja a Suiza para recibir un premio; sin embargo, en medio de esa aparente seguridad, algo la empuja hacia lo desconocido: se lanza al río, como si la corriente actuará como espejo de su interior. «Estaba atascada, la corriente era muy fuerte», confiesa más tarde. Es alrededor de esta afirmación donde se articula toda la simbología del film. De regreso en Buenos Aires, nada parece igual: la experiencia ha abierto una grieta, un umbral que obliga a Lina a adentrarse en la oscuridad de su propia mente. El viaje ya no es geográfico, sino íntimo: un descenso hacia su pasado donde lo invisible busca hacerse visible.

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La cuestión formal del film cabalga entre dos registros que dialogan con tradiciones muy distintas: por un lado, el uso de planos subjetivos y escenas que evocan directamente a Hitchcock, como el momento en que Lina, tras el incidente en el río, decide ducharse por primera vez. Allí, la cámara se detiene en planos detalle del entorno y del agua sobre su cuerpo, en la fragmentación de los encuadres, lo que remite, inevitablemente, a la célebre escena de Psicosis; pero en este caso, el terror no proviene de una amenaza externa, sino de la inquietud interior de la protagonista, de aquello que la acecha desde adentro.

Por otro lado, la película se acerca a la sensibilidad de Christian Petzold en lo místico y en la utilización de elementos naturales –en especial el agua– como vehículo de sentido. Al igual que en Undine, donde los cuerpos y los paisajes acuáticos funcionan como metáforas del destino y la memoria, aquí el agua se convierte en el medio que revela lo no dicho, lo reprimido, permitiendo que lo íntimo se exprese a través de lo tangible.

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La película juega a la ambigüedad de forma magistral: nunca revela con certeza qué sucede en el interior de Lina, pero todos los recursos de la puesta en escena —la luz, los encuadres, el sonido, el ritmo— trabajan para hacer visible su estado y su transformación. Mientras su marido, su hija y quienes la rodean parecen permanecer inmutables, ella percibe el mundo de otra manera, como si cada gesto cotidiano estuviera atravesado por un velo extraño, abriendo la posibilidad de que lo que vemos no sea más que proyecciones de su mente. Así, este film construye escenas que oscilan entre lo real y lo imaginado, sosteniendo una tensión hipnótica donde el agua, como metáfora y catalizador, arrastra tanto a la protagonista como al espectador hacia un territorio en el que lo íntimo se convierte en experiencia universal.

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En definitiva con Las corrientes, su tercer largometraje, Milagros Mumenthaler entrega su obra más arriesgada hasta la fecha: una película que, lejos de ofrecer certezas, se interna con valentía en lo más oscuro del interior de su protagonista, desplegando un cine de sugerencias donde lo simbólico abre un territorio inquietante y poético. Algo similar ocurre en El cielo rojo de Christian Petzold, que desde su inicio nos introduce en un estado de ensoñación mientras suena In My Mind de Wallners, preparando al espectador para sumergirse en un espacio donde percepción y subjetividad marcan la forma en que se habita la narración. Así, Mumenthaler confirma la madurez de una mirada cinematográfica que continúa explorando, con delicadeza y rigor, los pliegues invisibles de la experiencia humana.

NOTA: ★★★½

«LAS CORRIENTES» SE PROYECTA EN EL FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN.


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Andrea González

Andrea González

Estudiante de Crítica Cinematográfica en la ECAM y amante del cine social, con referentes como Alice Rohrwacher, Sandra Romero y Carla Simón. He asistido a festivales como Cannes y la SEMINCI. Fiel defensora de que la crítica es una herramienta para traer nuevas miradas al cine y a la sociedad.

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