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CRÍTICA (28FestivalMálaga): «Los Aitas»

Una road movie que no encuentra su ruta.

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© BTeamPictures

La comedia española ha tenido siempre un talento innato a la hora de capturar lo absurdo del día a día. Ya bien fuera a través de la ácida sátira social de Berlanga (El verdugo), el costumbrismo de Martínez-Lázaro (Ocho apellidos catalanes) o el moderno humor irreverente de directores como Javier Fraser (Campeones) y Dani de la Orden (Casa en flames). Desde el mordaz humor político de La escopeta nacional hasta los conflictos generacionales de Ocho apellidos vascos, la comedia española suele sobresalir por su habilidad a la hora de mezclar humor y comentarios sociales. Borja Cobeaga, uno de los nombres más prometedores de la comedia española moderna gracias a películas como Pagafantas y Fe de etarras, se ha especializado en diseccionar la inmadurez masculina y las contradicciones culturales. Con Los aitas, selecciona una road movie para explorar la paternidad, la masculinidad y el desarrollo personal. Sin embargo, y a pesar de una premisa prometedora, la película nunca llega a despegar, fallando tanto en sus ambiciones cómicas como en su profundidad emocional.

Situada en los suburbios obreros del Bilbao de finales de los años ochenta, Los aitas sigue a un grupo de padres ausentes (Quim Gutiérrez, Juan Diego Botto, Mikel Losada e Iñaki Ardanaz) que se ven forzados a acompañar a sus hijas (entre ellas, Sofía Otero) a un campeonato mundial de gimnasia rítmica en Berlín. Con el histórico evento de la caída del muro de Berlín como escenario de fondo, el cual sugiere una metáfora de la transformación personal y social, la premisa detrás de Los aitas se plantea de manera demasiado subdesarrollada, actuando más como un periodo histórico concreto y menos como un elemento narrativo activo.

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© BTeamPictures

De hecho, uno de los problemas más acuciantes de la película es su desnivelado tono. Las road movies se suelen apoyar en el viaje en sí como un proceso de transformación. Sin embargo, Los aitas se enfrenta a problemas a la hora de balancear sus elementos cómicos y emocionales. Por un lado, el humor está infradimensionado, sin llegar nunca a alcanzar el agudo ingenio de las obras pasadas de Cobeaga. Por su parte, y mientras que la película muestra la idea de cómo unos padres ausentes aprenden a conectar con sus hijas, el núcleo emocional de la historia se siente poco aprovechado. Al no llegar nunca a profundizar en este apartado, muchas de las relaciones entre los personajes se sienten superficiales.

Y es que, uno de los aspectos más deficientes de Los aitas es su guion. En poco menos de noventa minutos, la película se siente apresurada, como si solo le interese rascar la superficie de los conflictos de sus personajes. Los padres, que comienzan siendo figuras caricaturizadas sobre el distanciamiento emocional, nunca llegan a evolucionar mucho más allá de sus estereotipos iniciales. Si bien es cierto que hay momentos puntuales en los que se sugieren conflictos emocionales más profundos, solo son meros instantes fugaces que se quedan en tierra de nadie.

Una falta de profundidad que hace que la audiencia vea difícil el poder conectar de manera honesta con los personajes. En una película en la que se busca dibujar la madurez emocional tardía, la empatía es clave, pero Los aitas rara vez permite al espectador entender a estos padres más allá de sus características más básicas. Y las hijas, pese a ser elementos centrales de la trama, también se sienten subdesarrolladas, actuando más como herramientas narrativas que como personajes plenamente realizados.

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© BTeamPictures

Dicho esto, también hay que reconocer que, como ya ha ido demostrando Cobeaga en sus proyectos anteriores, el estilo visual del director es su mayor baza. Y Los aitas no es una excepción. La película está grabada con suma belleza, capturando el grisáceo natural del paisaje industrial del País Vasco y el cambiante paisaje del escenario a través de su viaje con una refinada estética. Sin embargo, esta esterilización a menudo juega en contra de la comedia. El árido humor de la película se diluye en sus pulidos visuales, careciendo de esa cruda y espontánea energía que hubiera podido hacer las situaciones absurdas más efectivas.   

Esto no quita que la película se vea salpicada por unas risas esporádicas por parte de la audiencia. Hay una serie de momentos de genuina comedia, pero tan esporádicos que erran a la hora de sostener el tono general de la cinta. A diferencia del trabajo previo de Cobeaga, en el que el humor emana de manera natural con la mera interacción de sus personajes, en Los aitas se siente forzado o demasiado sutil como para dejar un impacto duradero.  

Al igual que la caída del muro de Berlín en sí, Los aitas trata de paralelizar este histórico momento con el despertar personal de sus personajes. Sin embargo, y como le ocurre a gran parte del resto de la película, esta metáfora queda inexplorada. Para cuando comiencen los créditos finales, los personajes pueden que hayan llegado a Berlín, pero sus transformaciones se sienten incompletas, como si la propia película no quisiera comprometerse con su temática.  

Imagen de la película Los Aitas
© BTeamPictures

Por todo ello, Los aitas es una película con una premisa bastante potente, un director más que capaz para la comedia y una escenografía con gran potencial. Sin embargo, se queda corta a la hora de aportar tanto una comedia realmente atractiva como un conmovedor drama familiar. Es una road movie que nunca llega a encontrar su propia ruta, dejando a la audiencia con la sensación de que había una película muchísimo mejor bajo la superficie. Una que, desafortunadamente, nunca verá la luz.

NOTA: ★★☆☆☆

«LOS AITAS», ESTRENO EN CINES MAÑANA.


TRÁILER:

PÓSTER:

Poster de la película Los Aitas
© BTeamPictures

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Mario Hernández

Mario Hernández

Cinéfilo granadino de la generación del 98 (1998 más concretamente), amante del cine independiente y las grandes sagas. Entusiasta de una buena sesión de peli y manta y graduado en Economía por la Universidad de Granada (UGR) con nivel C1 de inglés. Ha realizado el curso de Crítica de Cine en la Escuela de Escritores de Madrid.

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