Crítica de ‘Roofman: Un ladrón en el tejado’: Una de las sorpresas del año, con el mejor Channing Tatum de siempre.

Las películas inspiradas en hechos reales forman un subgénero propio dentro del panorama cinematográfico. Sin que esto suponga ningún tipo de certificado de calidad, sí parece que el espectador enfrenta con mayor atención o interés el argumento de estas historias. Poco tiene que ver lo que ocurre en una obra de ficción –me atrevo a incluir el documental, pues las imágenes siempre están contaminadas por el punto de vista del autor y, por tanto, nunca objetivas– con la plausibilidad de los hechos reales en los que se inspira. Y bien está. Como ocurre con las adaptaciones literarias, el director de cine tiene la capacidad y herramientas para ficcionar las historias de manera que funcionen en el medio visual de una forma coherente e interesante, tanto en fondo como en forma.
Esta introducción no contradice, en algunas ocasiones, el dicho popularmente contraído de «la realidad supera la ficción». El cineasta Derek Cianfrance se acoge en Roofman: Un ladrón en el tejado a la historia real de un padre de familia que robó más de 45 restaurantes de comida rápida, entrando por el techo y sin abuso de la violencia. Con esta película, más cercana a la comedia física, Cianfrance abandona, no por completo, el drama profundo de películas tan destacadas de su filmografía como Blue Valentine (2010) y la interesantísima Sound of Metal (2019), donde profundiza de manera muy interesante en el uso expresivo y narrativo del sonido.
El punto de partida Roofman: Un ladrón en el tejado es la presentación de Jeffrey Manchester como ladrón de restaurantes McDonald’s. Una situación familiar inestable y la reinserción poco satisfactoria en la sociedad tras el servicio militar llevan a este hombre a asaltar cajas fuertes utilizando un ingenio innato y eludiendo la violencia, para poder compensar materialmente el déficit emocional con su hija mayor y los reproches constantes de su ex mujer. Tras una primera detención, logra escapar de prisión y encuentra acomodo en un falso muro de una tienda de juguetes, que convertirá en su hogar durante meses. Aislado en esta paradoja de libertad, empieza a relacionarse con los miembros de una congregación religiosa que realizan actos de beneficencia, donde conocerá a una mujer con la que tendrá una nueva oportunidad de establecerse.

Resulta sorprendente, por el tono de la estética y marketing promocional, encontrar en Roofman: Un ladrón en el tejado una película con muchas capas, más allá de la comedia naíf. El gran acierto del guion, escrito a dos manos por el propio director, junto a Kirt Gunn, es lograr, conforme avanza la película, que lo que en apariencia debe producir la risa, acabe resultando profundamente triste. Para ello, emplea un contexto referencial donde el capitalismo y la desmitificación del sueño americano se entrelazan, simbolizado esto en la presentación del film mediante un poético primer plano general donde Cianfrance presenta una gran bandera americana cuya sombra se proyecta sobre el McDonald’s, en cuyo techo Jeff Manchester se dispone a realizar un nuevo asalto.

La escritura del personaje real de la increíble historia en la que se basa Roofman: Un ladrón en el tejado, describe a una persona con una capacidad innata para adelantarse a los acontecimientos y manipular elementos, a la vez que tiene nulas capacidades para desarrollar la afectividad emocional con sus seres queridos, más allá del materialismo. Evidenciando las fallas del propio sistema norteamericano, el personaje interpretado por Channing Tatum tan solo vislumbra el éxito personal y familiar mediante los obsequios y regalos que, cree, anhelan sus seres queridos. En esta espiral de necesidad económica que palie las carencias afectivas, el espectador logra empatizar con un ser humano que muestra bondad, pero que es capaz de tomar las peores decisiones posibles.
Estos matices, que acaban alcanzando la fragilidad emocional del espectador, no tendrían lugar sin la mejor actuación que ha ofrecido Channing Tatum. El actor de, entre otras, Magic Mike (2012) y Deadpool y Lobezno (2024), se despoja de su exuberancia física y carga a su personaje de matices físicos e internos. Se desenvuelve con soltura y gracia en los momentos cómicos que exige su personaje –emulando a los personajes de Tom Cruise y Tom Hanks, mezcla de Risky Business (1983) y Big (1988) –, a la vez que sostiene primeros planos con una mirada que expresa incertidumbre, tristeza y deseos de encontrar una familia a la que cuidar. Esta segunda oportunidad, que ocupa el segundo y tercer acto del metraje, se llama Leigh, otro personaje herido y vulnerable, madre separada de dos hijas que recupera la ilusión gracias a la bonhomía del alter ego de Jeffrie Manchester, y que está interpretada por una de las mejores actrices de su generación, Kirsten Dunst (Civil War). Cabe señalar la presencia de un siempre resuelto Peter Dinklage (Juego de Tronos) como el jefe tiránico del Toys «R» Us donde se cobija el personaje protagonista.

Es cierto que, pese a su duración de dos horas, alguno de los hechos narrados no quedan del todo bien dibujados y algunos personajes no están tan bien definidos como el dúo protagonista, pero esto no resta vaivén entre la risa y la tristeza con el que está impregnada la película.

Roofman: Un ladrón en el tejado es una de las gratas sorpresas que ofrece el cierre de año en salas este 2025. Channing Tatum y Kirsten Dunst logran que la química que generan traspase la pantalla, mientras que Derek Cianfrance sale victorioso en esta incursión en la comedia sin perder la profundidad del drama de sus anteriores películas, demostrando ser un director versátil y a seguir.
NOTA: ★★★½
«ROOFMAN: UN LADRÓN EN EL TEJADO», YA EN CINES.
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