Crítica de ‘SAI: Disaster’ [73SSIFF]: Fragmentos de identidad y desastre.
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En los últimos años, el cine japonés ha vuelto a encontrar en sus jóvenes realizadores un terreno fértil para la experimentación formal y la reflexión existencial. Dentro de esa nueva generación, Yutaro Seki (Roleless) y Kentaro Hirase (Cien flores) han construido un camino particular bajo el colectivo Gogatsu, compartiendo autoría con su antiguo maestro Masahiko Sato (Yasha). Después de la estimulante Roleless, estrenada en San Sebastián en 2022, regresan al mismo certamen con SAI/SAI: Disaster, un proyecto de mayor ambición narrativa que confirma tanto sus obsesiones como su voluntad de interrogar los límites de la representación.
La película nace a partir de la serie Sai, producida por la cadena japonesa WOWOW, pero que se emancipa del formato televisivo para ofrecer un largometraje autónomo que funciona como relato compacto y a la vez como fracción del universo original. Con una duración cercana a las dos horas y media, la cinta se adentra en un thriller psicológico donde seis personajes aparentemente inconexos ven alteradas sus vidas por la irrupción de un hombre enigmático. Interpretado por Teruyuki Kagawa (Sonata en Tokio), este individuo se infiltra en sus rutinas adoptando distintas identidades: profesor, camionero, barbero, figura paternal o presencia ominosa. En este sentido, el guion juega con el desdoblamiento, con la máscara, y el disfraz, pero no solo como recurso de intriga, sino también como espejo de una sociedad donde la identidad se fragmenta y se adapta a contextos siempre cambiantes.
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La primera mitad del filme se dedica a presentar con calma las rutinas de los protagonistas. Seki y Hirase, fieles a la estética que ya demostraron en Roleless, apuestan por un ritmo pausado, donde los planos largos, la contención emocional y el silencio generan una sensación de inquietud soterrada. No hay prisa por revelar qué une a esas personas; al contrario, se insiste en sus soledades, en sus pequeños gestos cotidianos, hasta que la figura de Kagawa irrumpe como catalizador. Su capacidad para metamorfosearse, para ser siempre otro y siempre el mismo, se convierte en el eje de un relato que pone en cuestión la estabilidad de lo real.
Pero ese juego de identidades no es novedad. Desde sus primeros trabajos, el colectivo Gogatsu se ha interesado por quienes viven en los márgenes. Por los figurantes de lo cotidiano y los personajes sin voz que habitan los bordes de la narración. En Roleless, el protagonista era un extra de cine condenado a interpretar papeles secundarios incluso en su propia vida. En SAI/SAI: Disaster, el desplazamiento es distinto: se trata de un personaje excesivo, que se multiplica en varios, pero que al hacerlo borra a los demás, obligándolos a redefinirse frente a su presencia. Por ello, podríamos decir que el hombre sin una identidad fija actúa como espejo deformante de un mundo que ya no ofrece certezas. La catástrofe anunciada en el título no es únicamente un desastre físico o social, sino la irrupción de lo incierto en vidas que parecían estables.
Visualmente, la película mantiene la sobriedad y el rigor que caracterizan a Seki y Hirase. La fotografía evita contrastes marcados entre lo cotidiano y lo amenazante. De hecho, parte de la inquietud nace precisamente de que ambos planos se confunden. Una conversación en un bar puede ser tan ominosa como una tormenta en ciernes, así como un trayecto en camión está tan cargado de tensión como una escena de violencia explícita. Esa homogeneidad estética impide al espectador distinguir con claridad qué es cotidiano y qué es extraordinario, recordando la estrategia de “poner la zancadilla” al público de la que los directores ya hablaban en el Festival de San Sebastián hace tres años.
Por su parte, Teruyuki Kagawa sostiene la película con una interpretación ambigua y poderosa. Su presencia se adapta a cada transformación, pero siempre deja traslucir una incomodidad, una grieta que alerta al espectador de que algo no encaja. A su lado, Anne Nakamura (What comes after love) y Kaito Miyachika (Sai) destacan entre los seis protagonistas, aportando humanidad y vulnerabilidad a un relato que podría haberse quedado en mero ejercicio conceptual. Eso sí, el reparto en conjunto funciona como un mosaico coral donde cada pieza es necesaria para entender el todo.
El guion, escrito de manera colectiva como es habitual en Gogatsu, se articula en capas. Por un lado, propone un misterio narrativo que engancha: ¿quién es este hombre? ¿qué busca? ¿cuándo llegará la catástrofe anunciada? Pero al mismo tiempo construye un discurso más amplio sobre la fragilidad de la identidad y la inestabilidad de la vida moderna. La idea de “desastre” no se limita a un evento concreto, sino que atraviesa la existencia de cada personaje como posibilidad latente. Vivimos, tal y como sugiere la película, al borde de un derrumbe permanente, y lo único que podemos hacer es improvisar máscaras para sobrevivir.
Si algo se le puede reprochar a SAI/SAI: Disaster es su densidad. El ritmo deliberadamente lento y la insistencia en lo elusivo pueden resultar agotadores para quienes busquen un thriller más directo. Hay momentos en que la contención emocional roza la frialdad, y no todos los hilos narrativos se resuelven con la misma contundencia. Sin embargo, esas supuestas debilidades forman parte del estilo de Seki y Hirase, que parecen más interesados en generar preguntas que en ofrecer respuestas claras.
Tras el debut sorprendente de Roleless, esta obra demuestra que su apuesta por el cine coral, ambiguo y existencial no fue un experimento aislado. SAI/SAI: Disaster amplía su campo de acción y lo sitúa en un terreno más cercano al thriller psicológico, pero sin renunciar a la exploración filosófica que les caracteriza.
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En definitiva, SAI/SAI: Disaster es una obra inquietante, que exige paciencia y apertura por parte del espectador, pero que recompensa con una experiencia singular. Seki y Hirase continúan interrogando qué significa tener un rol en la vida. Qué queda de nosotros cuando lo que nos define se desmorona y cómo enfrentamos el desastre que acecha en la normalidad. Es un cine que desconcierta, que no busca complacer, y que precisamente por ello resulta estimulante. En tiempos donde la producción audiovisual global se inclina hacia lo uniforme, su propuesta confirma la necesidad de voces que se atrevan a incomodar.
NOTA: ★★★★☆
«SAI» SE PROYECTA EN EL FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN.
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