Crítica de ‘Shadow Force’: El cine de algoritmo da el salto a la gran pantalla.

En los últimos años, el término «cine de algoritmo» se ha instalado con fuerza en el panorama fílmico. Se trata de ese tipo de producciones en la que las plataformas de streaming ajustan cada elemento narrativo y estético a lo que sus métricas predicen que atraerá más reproducciones: una pizca de romance, algo de acción frenética, un reparto multicultural que pueda venderse en distintos territorios y un envoltorio visual que no moleste pero tampoco sorprenda. Ejemplos de este fenómeno abundan en el catálogo de Netflix, con títulos como Red Notice o The Gray Man, películas que parecen diseñadas por un software que combina ingredientes sin verdadera alma creativa. La gran sorpresa con Shadow Force, dirigida por Joe Carnahan (Infierno blanco), es que este concepto parece haber dado el salto definitivo a la gran pantalla. Lo que antes quedaba como entretenimiento inmediato y olvidable en casa, ahora llega a los cines con una propuesta que pretende ser taquillera, pero que evidencia todas las carencias del modelo.
El guion es el primer gran escollo con el que tropieza la película. Se nos presenta la historia de Kyrah (Kerry Washington) e Isaac (Omar Sy), antiguos integrantes de una unidad especial llamada Shadow Force, que deciden rebelarse contra sus jefes y proteger a su hijo de la organización que alguna vez sirvieron. La premisa, aunque no demasiado original, podría haber dado pie a un relato de tensión y persecuciones en la línea de lo que hicieron de manera mucho más efectiva sagas como John Wick o Sr. y Sra. Smith. Sin embargo, el guion, escrito por el propio Carnahan y Leon Chills (The Wilds), se pierde en una dispersión de tramas secundarias, diálogos redundantes y un constante ir y venir que confunde más que atrapa. No hay un desarrollo orgánico de los conflictos ni una lógica clara en las decisiones de los personajes: todo avanza a trompicones, como si se hubieran juntado escenas de acción sueltas sin preocuparse demasiado por cómo encajan entre sí.

Una debilidad en el guion que se contagia inevitablemente a las interpretaciones. El reparto, que sobre el papel lucía prometedor –con nombres de peso como Washington (Seis Triple Ocho), Sy (Lupin) o incluso Mark Strong (Atlas)–, ofrece un resultado desangelado y sin intensidad. Las interacciones entre los protagonistas, lejos de la química explosiva de la pareja de espías formada en su momento por Brad Pitt y Angelina Jolie, parecen más bien ejercicios rutinarios en los que cada actor recita su texto sin convicción. La supuesta tensión emocional de dos antiguos amantes que deben enfrentarse a su pasado queda reducida a gestos mecánicos y miradas vacías. Da’Vine Joy Randolph (Los que se quedan) y Cliff “Method Man” Smith (Trouble Man), que podían haber aportado frescura como secundarios, quedan relegados a un limbo interpretativo que ni suma ni resta, simplemente pasa inadvertido. En conjunto, el resultado coral es bastante pobre y deja la sensación de que ningún intérprete ha encontrado un verdadero norte emocional en la historia.

Otro de los apartados que debería sostener una película de acción –los efectos visuales y la fotografía– termina siendo uno de sus lastres más visibles. En escenas que deberían vibrar con adrenalina, lo que encontramos es una puesta en escena tediosa, con encuadres planos y una paleta cromática monótona que no genera ningún tipo de emoción. En un género donde la tensión visual es clave –basta recordar el virtuosismo de Mad Max: Furia en la carretera o incluso el dinamismo de Mission Impossible: Fallout–, Shadow Force se queda en un terreno apagado, incapaz de transmitir la intensidad que el espectador espera. Los tiroteos se sienten repetitivos, las persecuciones carecen de energía y la coreografía de los combates parece improvisada, como si se hubiera filmado a toda prisa sin un verdadero diseño estético. Ni siquiera los efectos digitales logran camuflar esta falta de contundencia: en lugar de potenciar la acción, la vuelven todavía más artificial.

La dirección de Joe Carnahan es quizá el punto más decepcionante de la propuesta. Carnahan ya había demostrado en El equipo A cierta habilidad para construir espectáculo ligero, pero aquí se muestra errático, incapaz de decidir hacia dónde quiere llevar su película. El resultado es un sendero turbulento que obliga al espectador a avanzar a tientas, sin un ritmo claro ni una brújula narrativa. En ocasiones parece apostar por el drama familiar, en otras por el thriller de espionaje, y en otras simplemente se abandona a la acción genérica sin cohesión alguna. Esta falta de rumbo provoca una sensación de desconcierto que no genera intriga, sino cansancio. El espectador, en lugar de sumergirse en el viaje, se encuentra preguntándose qué clase de película está viendo y hacia dónde pretende dirigirse.

Comparada con otros títulos recientes del género, Shadow Force resulta aún más endeble. Si Extraction en Netflix lograba al menos mantener una coherencia visual en sus secuencias de acción y Nobody ofrecía un tono autoconsciente que la hacía entretenida pese a sus clichés, la cinta de Carnahan se queda sin nada a lo que aferrarse: no es visualmente atractiva, no tiene personajes carismáticos, ni un guion que invite a seguir adelante. Sin embargo, su mayor pecado, quizá, es que nunca llega a generar un verdadero vínculo con el espectador. Lo que debería ser un thriller palpitante acaba pareciendo un ejercicio burocrático, hecho para cumplir con una fórmula más que para emocionar.

En definitiva, Shadow Force encarna de forma casi ejemplar el problema del cine de algoritmo llevado a la gran pantalla. Una película que combina ingredientes en apariencia atractivos –estrellas reconocidas, premisa de acción, y un trasfondo romántico–, pero que al juntarlos carece de chispa, de riesgo y de la mínima creatividad que diferencie un producto cinematográfico de un simple experimento de laboratorio estadístico. Si algo demuestra su fracaso internacional es que el público aún espera de la sala oscura algo más que un rompecabezas de métricas disfrazado de espectáculo. El cine, incluso el de acción más ligero, necesita alma, convicción y visión. Y eso, precisamente, es lo que Shadow Force no consigue ofrecer.
NOTA: ★☆☆☆☆
«SHADOW FORCE», YA EN CINES.
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