Crítica de ‘Wicked: Parte II’: Ariana Grande y Cynthia Erivo, una amistad para la historia del cine musical.

El género musical siempre ha suscitado un debate entre aquellos que lo consideran un género menor dentro del cine y –a esta postura me adscribo– los que consideramos que es uno de los géneros con mayor relación y capacidad para explotar los recursos y herramientas que ofrece el lenguaje cinematográfico. Pauline Kael, crítica estadounidense de cine clásico, definía el musical como un tipo de cine accesible, brillante, virtuoso y muy inventivo. La fisicidad y cinética de las coreografías, números musicales y acting de los actores de este género logran expresar, mediante la música y el movimiento, las emociones al espectador, rompiendo todas las normas del cine realista sin, en cambio, quebrar la plausibilidad narrativa dentro de su propio universo: el género musical establece sus propias normas.
Tras la Edad de Oro del género, entre los años 30 y 60, en la que directores como Vicente Minelli (Melodías de Broadway, 1953) o Stanley Donen (Cantando bajo la lluvia, 1952) escribieron las bases y alcanzaron la excelencia del musical a nivel popular y cinematográfico junto con actores –también directores– como Fred Astaire, Gene Kelly o Ginger Rogers, el musical ha tenido vaivenes de calidad y aceptación hasta la actualidad. En 2025, los amantes del musical están de enhorabuena en este sentido, pues llega a la cartelera Wicked: Parte II, cerrando el arco iniciado en 2024 con Wicked, ambas bajo la batuta del director Jon M. Chu (In the Heights, 2021), adaptando el musical de Broadway.

En este segundo acto, la historia se retoma con Elphaba exiliada de la tierra de Oz, una vez que sus gobernantes la señalan como La Bruja Malvada del Oeste y culpable de todos los males que acechan a su sociedad. Por su parte, Glinda, marioneta en manos de Madame Morrible y el propio mago de Oz, se ha erigido como la líder popular y ejemplo luminoso de Ciudad Esmeralda, contra la oscuridad acechante. Mientras se ultiman los preparativos para la boda de Glinda con Fiyero, comienzan a emerger las consecuencias dramáticas de las decisiones que tomaron en el final del primer acto, y que pondrán a prueba la fortaleza de una amistad mágica. Un tornado provocará una tragedia que será el detonante que definirá el destino del mundo de Oz.

Wicked: Parte II no se puede separar analíticamente de su precuela. Tal es así que, al menos para quien escribe, hablaría más de una película dividida en dos actos –como si se tratase del propio musical que adapta– que de dos películas diferenciadas. Pese a que el tono de esta segunda parte es mucho más dramático y oscuro, Jon M. Chu entrega una primera hora que sirve como progresión y desarrollo del arco de los personajes, hasta alcanzar el punto de conflicto y dudas que debería haber impregnado antes el metraje.
En el primer acto de Wicked: Parte II es donde se encuentran los números musicales con mayores coreografías grupales y de una tonalidad más luminosa, acorde a su primera parte. Poco a poco, se introducen los números más intimistas y reflexivos, tanto de Elphaba como, sobre todo, de Glinda. Es el personaje interpretado por Ariana Grande el que ofrece más matices, respecto al personaje con menos registros de la película precedente. Destacando, de nuevo, a nivel vocal, Grande es capaz de ofrecer matices en la interpretación a un personaje que tampoco tiene demasiados y que, sobre todo, logra mantener una química en pantalla brutal cuando coincide con Cynthia Erivo. Esta última logra sostener el nivel como Elphaba, sin lograr dar un salto adelante. Defiende con soltura, eso sí, como el gran número individual de ambas en esta Wicked: Parte II, No Good Deed, que, al finalizar, da ganas de levantarse y aplaudir como si de un musical se tratara. Es la complicidad entre ambos personajes –y actrices– el punto narrativo y emocional que más se recordará de esta adaptación cinematográfica de un musical, al que homenajea en un plano final inolvidable.

También es un punto a destacar el diseño de producción de la película. Gran parte de los escenarios se sienten físicos porque realmente hay una labor de construcción y detalle de los mismos, y la mayor parte de los escenarios y personajes insertados en CGI cumplen su función para elaborar uno a uno el mundo de Oz. No hay, en cambio, una mejoría respecto a la fotografía de la película. En su primer acto, los problemas de sobreexposición de luz siguen estando presentes, y solo cuando la oscuridad, física y emocional, se introduce en la película, logra equilibrar este exceso sin ofrecer, tampoco, demasiados contrastes lumínicos.
A nivel de dirección, hay algún número musical donde se ve la mano de Jon M. Chu, como uno que tiene a Glinda y el juego de espejos como protagonistas, pero sigue pecando de una impersonalidad que ya tenía su primera parte y que, en cambio, sí demostró en In the Heights. Algunos movimientos de grúa y travellings son realmente aleatorios, con un único fin estético, y hay un exceso de corte y ausencia de montaje interno que la alejan de la continuidad y fluidez del género clásico.

Es una sorpresa, para bien, ver a un solvente Jonathan Bailey (Jurassic World: Rebirth) en la piel de Fiyero a nivel interpretativo y vocal, que requiere el arco del personaje que más cambia al respecto de la primera entrega. No es una sorpresa, en cambio, el fallido nivel como villanos y manipuladores que vuelven a ofrecer Jeff Goldblum (Parque Jurásico, 1993) y una desubicada Michelle Yeoh (Todo a la vez en todas partes, 2022).

Wicked: Parte II es una conclusión más que satisfactoria y disfrutable de la adaptación del musical de Broadway. Es muy apreciable la fidelidad en los aspectos que se mantienen del musical original, la inserción de elementos de El mago de Oz y, sobre todo, la amistad noble, fiel y honesta de Glinda y Elphaba, que harán creer –y bailar– en el lado bueno de las cosas, aun cuando los ineptos dirigentes de (casi) cualquier gobierno aboquen a sus ciudadanos a la oscuridad más absoluta.
NOTA: ★★★½
«WICKED: PARTE II», YA EN CINES.
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