Crítica de la serie ‘Los Sin Nombre’: ¿Hay lugar en este mundo para la gente especial?

Cuando una producción audiovisual se basa en una novela de gran renombre, las expectativas suelen ser elevadas, casi inalcanzables. En el caso de esta miniserie de seis episodios, no solo cumple con ellas, sino que las supera con creces. Basándose en la novela La secta sin nombre, de Ramsey Campbell, llega con un argumento reformulado y, en esta ocasión, bajo la dirección de Pau Freixas (Héroes) y la producción de Jaume Balagueró, quien curiosamente ya había llevado a cabo una adaptación cinematográfica de la obra en 1999, protagonizada por Emma Vilarasau.
La trama gira en torno a Claudia, una reconocida ginecóloga que convive con su madre y su pequeña hija, Ángela. Tras presenciar un accidente de tráfico en el que una joven, tirada en la carretera, parece estar muerta, la pequeña Ángela, al tocarla, consigue que vuelva a la vida. Días después, Ángela desaparece en circunstancias misteriosas y, finalmente, la dan por asesinada de forma brutal. Tras siete años intentando superar el trauma, Claudia ha logrado rehacer su vida, pero el pasado vuelve a acecharla cuando recibe una llamada que dice: «Mamá, soy yo, ven a buscarme». Desde ese momento, Claudia se embarca en una carrera contrarreloj para localizar a su hija, contando con la ayuda de Salazar, un policía que investigó el caso en su momento, y Laura, la chica a la que su hija salvó. Este camino los conducirá a descubrir una verdad aterradora y perturbadora.

Los sin nombre se revela como un thriller vertiginoso, absorbente y con una atmósfera sombría que roza el terror psicológico. Con matices sobrenaturales, logra lo que todo buen relato de intriga debería: mantenernos pegados al asiento capítulo tras capítulo. Es, además, una opción perfecta para maratonear, dado que incorpora el elemento clave del género: el factor sorpresa.
El nivel de la serie es sobresaliente, con un guion a manos de Pol Cortecans (Citas Barcelona) que presenta giros sorprendentes y una narrativa que mantiene la tensión de manera sublime. La puesta en escena, con una dirección artística por parte de Joan Sabaté (The Crown) impecable, refleja la maestría de Pau Freixas, quien ya brilló en la Televisió de Catalunya con Pulseres Vermelles, adaptada posteriormente al castellano con igual de éxito. Aquí, el director domina a la perfección la fotografía y la composición visual, desplegando todo su talento con planos cuidadosamente elaborados, desde tomas cenitales hasta planos generales, pasando por transiciones lentas que se funden suavemente para generar suspense e incertidumbre. Asimismo, el uso hábil de flashbacks al inicio de cada capítulo, que sirven para contextualizar eventos pasados, junto con algunos flashforwards, enriquecen la narrativa y mantienen al espectador en constante expectación.

El elenco es simplemente magistral, encabezado por Miren Ibarguren (Aída) en el papel de Claudia. La actriz demuestra que, aunque ha sido muy valorada por su trabajo en comedias, también posee una capacidad dramática excepcional. Su encarnación del personaje, llena de matices, transmite desde la desesperación y la desolación hasta la ansiedad y la paranoia cuando ve a su hija por todas partes, mientras la acompaña durante toda la búsqueda a modo de alucinación, o cuando la policía e incluso su actual pareja intentan convencerla de que todo está en su cabeza, pero ella sabe que no es así. Sin duda, una actuación que podría merecerle reconocimientos importantes a la actriz vasca.
A su lado, Rodrigo de la Serna (La casa de papel) brilla como Salazar, el atormentado policía, deprimido y sin salida aparente, mostrando toda su versatilidad actoral. También merece una mención especial la interpretación de Susi Sánchez (Legado) en la piel de la abuela de la niña, no obstante, en esta ocasión no alcanza la intensidad que ha demostrado en otras obras, como en La trilogía del Baztán. También destaca Milena Smit (El hoyo 2) como la joven Laura que sufre el accidente y que, convertida en periodista y escritora, tratará de encontrar de forma incesante a la niña que le salvó la vida. Como contrapunto, es cierto que el personaje recuerda bastante a su rol en La chica de nieve, lo que hace que desluzca un poco.

Por otro lado, la banda sonora, compuesta por Arnau Bataller (El 47), añade un valor adicional, con notas angustiosas que nos sumergen en los momentos de tensión. Las voces a modo de coro operístico aportan un toque tenebroso y sobrenatural, intensificando el misterio y, en los momentos en los que aparece la niña a través de una ventana, la música nos sumerge en esa aura que roza el pánico y la locura.
La serie no presenta giros decepcionantes ni capítulos que dejen un mal sabor de boca; al contrario, logra mantenernos en vilo, cual sustancia tóxica que genera la mariposa que aparece en la trama y que, con su simbolismo, nos engancha hasta el desenlace final. La atmósfera oscura y trepidante convierte a esta producción en una de las mejores del año.

En definitiva, Los sin nombre logra posicionar el thriller español en lo más alto, siguiendo la estela de otras ficciones recientes, entre ellas El caso Asunta y La última noche en Tremor, que han dejado huella. Pero esta va un paso más allá, siendo aún más dura, con un ambiente desasosegante y rozando el terror psicológico en su forma más pura y genuina. Una serie que no solo entretiene, sino que también desafía e inquieta al espectador.
NOTA: ★★★★☆
«LOS SIN NOMBRE», ESTRENO MAÑANA EN MOVISTAR PLUS+.
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