Crítica de la serie ‘Matices’: Luces, cámaras… trauma.

Cuando una serie arranca con un aviso sobre salud mental, el gesto puede parecer responsable, incluso necesario, pero también puede leerse como un intento de protegerse antes de sumergirse en una narrativa que usará el trauma como trampolín dramático. Matices, la nueva apuesta original española de SkyShowtime, decide apoyarse con fuerza en esa tendencia tan contemporánea como resbaladiza: convertir el dolor psicológico en un dispositivo narrativo sin red.
Con ecos –explícitos– a muchas tramas ligadas a películas como Toc Toc o Perfectos desconocidos y una galería de personajes que orbitan en torno al trastorno, el duelo o la inestabilidad emocional, la serie se construye como un thriller psicológico en clave noir, en el que lo emocional lo domina todo. Pero a la vez, y de forma paradójica, lo emocional se siente impostado. Como si todo estuviera planteado para generar un impacto sin terminar de escarbar en la verdad incómoda que dice buscar.
En esta historia, seis pacientes se reúnen en una apartada bodega para completar el tratamiento de un reconocido y carismático psiquiatra, famoso por su método revolucionario y su éxito con los casos más difíciles. Sin embargo, tras una insólita cata ceremonial, un hecho fatídico lo cambia todo, y un intuitivo teniente de la guardia civil deberá descubrir la verdad detrás de los traumas de los pacientes.

Narrativamente, Matices despega con una primera mitad algo irregular. Los cuatro primeros episodios se limitan a establecer el tono y presentar caras –muchas caras– conocidas del panorama audiovisual español, con nombres como Maxi Iglesias (Punto Nemo), Juana Acosta (Perfectos desconocidos), Hovik Keuchkerian (Reina roja) o Luis Tosar (Celda 211). Este desfile de intérpretes añade peso a la serie, pero también la arrastra a un terreno familiar. Todo suena a ya visto. Lo que debería ser una ventaja –el talento actoral– termina volviéndose una confirmación del cliché. Solo a partir del quinto capítulo se percibe un leve viraje, una voluntad de buscar una identidad propia. Pero es tarde. El espectador ya ha hecho parte del camino cargando una historia que parece apuntar a mucho más de lo que realmente se atreve a entregar.
Lo que sí merece detenerse es el trabajo visual. Desde el diseño de producción hasta la planificación de cámara, Matices construye una estética cuidada, que sabe moverse entre lo sobrio y lo opresivo. Hay intención y mirada. También una banda sonora, compuesta por Maxime Rodriguez (Noche de chicas), que acompaña sin imponerse y que entiende que a veces el silencio también tiene un lugar. Sin embargo, ni el lenguaje visual ni el sonoro consiguen romper la superficie. Hay algo de cartón piedra en el riesgo: todo está bien ejecutado, pero poco reinventado.

El problema, quizá, está en esa mezcla de ambición y miedo. Ambición por retratar una mente en crisis y por cuestionar la realidad desde dentro. Miedo a incomodar del todo y a descolocar al espectador de forma genuina. Matices quiere jugar en la liga del thriller psicológico con mensaje, pero se queda atrapada entre la estética y el discurso.

No es que Matices no tenga algo que decir. Es que parece decirlo con palabras prestadas. Y eso, en una ficción que intenta hablar desde lo más íntimo, termina siendo una contradicción difícil de ignorar.
NOTA: ★★☆☆☆
«MATICES», ESTRENO HOY EN SKYSHOWTIME.
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