Hugh Jackman, irreconocible, interpreta a un Robin Hood muy diferente en la película ‘The Death of Robin Hood’: «Un bandido asesino al que la gente ha glorificado».
Lobezno deja las garras para empuñar el arco.

¿Sean Connery? ¿Kevin Costner? ¿Errol Flynn? ¿Russell Crowe? ¿El zorro de Disney? No. El nuevo Robin Hood no se parece a ninguno de ellos. Esta vez, el arquero del bosque de Sherwood tiene el rostro curtido –y considerablemente más cansado– de Hugh Jackman, que se enfunda –o cuelga– la capucha en The Death of Robin Hood, la nueva reinterpretación del mito dirigida por Michael Sarnoski (Un lugar tranquilo: Día 1), el cineasta que también prepara la adaptación del videojuego Death Stranding.
Innumerables adaptaciones hemos visto de la leyenda de Robin Hood, la más reciente en forma de serie de MGM+, pero esta nueva producción de A24 aspira a ir un paso más allá. Jackman (Deadpool y Lobezno), de 57 años, explicaba a Entertainment Weekly qué fue lo que le sedujo de esta versión: «Lo que más me gusta de la visión que tiene Mike de Robin Hood es que el guion transmite poder y examina cómo este se puede utilizar para bien o para mal. Robin Hood es un hombre real en nuestra historia. Con todas las cicatrices, el dolor, el arrepentimiento y, sí, el amor. La historia de Mike tiene peso. Para mí, es hermosa y humana».

Las impactantes primeras imágenes demuestran que su Robin Hood, de pelo y barba grises, no se parece a ninguno que hayamos visto antes: tiene un aspecto totalmente salvaje. Así se puede apreciar en estas fotografías tomadas en las «hermosas y áridas montañas», donde «llovía, nevaba y hacía un frío glacial».
Cuando se le pregunta a Sarnoski cuánto del aspecto corresponde a la magia cinematográfica y cuánto al físico imponente del eterno Lobezno, el director asegura: «Veréis algo del físico musculoso de Hugh». Y advierte: «Probablemente sea más intensa de lo que esperáis. Casi parece una película de guerra. En aquella época, luchar era brutal; no era gente bailando y esgrimiendo espadas. Era gente en el barro intentando abrirse la cabeza unos a otros con una pala».
El rodaje concluyó en marzo y Jackman celebró la experiencia compartiendo en Instagram un vídeo en el que se despojaba del elaborado maquillaje, con el siguiente texto: «Hay una profundidad, una camaradería y un espíritu en todo el equipo de The Death of Robin Hood. Gracias por esta maravillosa experiencia. Es un honor y un privilegio. ¡Gracias, Irlanda! Su belleza no tiene límites».

El propio título de la película no deja lugar a dudas: este Robin Hood se enfrenta a la vejez, a la memoria y a la revisión de su propio mito. Ya no es el bandido romántico ni el héroe popular de las baladas. «Era un forajido asesino que hizo muchas cosas horribles y era una especie de monstruo», explica Sarnoski. «Pero ha vivido lo suficiente como para ver cómo se ha creado este folclore sobre él». El director recuerda: «Hay cinco baladas antiguas sobre Robin Hood que se escribieron cuando la historia se transmitía oralmente. Son realmente brutales. Se le retrata como héroe del pueblo, pero siguen siendo horripilantes, como los cuentos populares antiguos».
Esa contradicción es, precisamente, el corazón del proyecto. «Hay una vieja cita sobre Robin que dice que es un bandido asesino al que la gente común ha decidido glorificar», señala Sarnoski. «Yo quería examinar a alguien que pasa por eso en su vida y trata de lidiar con el papel de la narración y con su identidad real».

Sarnoski ha pasado gran parte del último año en Irlanda del Norte, inmerso en este universo crepuscular. Aunque ahora trabaja desde Los Ángeles, insiste en que el espectador no podrá refugiarse en comparaciones cómodas con versiones anteriores: «Puedes estar tan familiarizado con ellas como quieras, pero acabarás arrastrado a entender qué es esta versión». Las interpretaciones, asegura, son «muy específicas y muy diferentes» a lo visto hasta ahora.
The Death of Robin Hood supone además un hito técnico para el director: es su primer largometraje rodado en película de 35 mm. Una decisión que, según él, ha impregnado todo el proceso creativo: «Te da una energía especial: estamos quemando película, esto es real», afirma. «Hay algo en estar en lugares épicos y grandiosos, rodando en película, que te hace sentir que estás capturando algo».

Junto a Jackman aparece Bill Skarsgård (el payaso asesino de It) como «una versión de Little John», descrito por Sarnoski como alguien que formó parte de ese «pequeño ejército de niños soldados» que Robin reclutó y entrenó. Años después, ambos personajes se reencuentran, con trayectorias vitales muy distintas y una mirada profundamente diferente sobre lo que hicieron y lo que fueron.
También forma parte del reparto Jodie Comer (28 años después), que interpreta a un personaje que Sarnoski prefiere mantener parcialmente en secreto, aunque confirma que no es Lady Marian. Ella «le muestra a Robin otra faceta de la vida. Y la interacción entre ambos aporta sensibilidad a la película».
Por ahora, eso sí, nos quedamos sin un primer vistazo a Murray Bartlett (The White Lotus) y Noah Jupe (Un lugar tranquilo).
The Death of Robin Hood se estrenará en cines en 2026.
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