‘Roofman. Un ladrón en el tejado’ y cómo reconstruyeron el Toys “R” Us donde el verdadero ladrón de McDonald’s Jeffrey Manchester se escondió.
Channing Tatum hizo realidad el sueño de miles de niños al «vivir» en una de las tiendas de juguetes.

Si has visto Roofman. Un ladrón en el tejado, estrenada el pasado viernes en cines, es muy probable que, sin previo aviso, se te haya activado un recuerdo de la infancia que creías archivado para siempre: el de perderte en los interminables pasillos de un Toys “R” Us.
Basada en una increíble pero cierta historia real, Roofman. Un ladrón en el tejado sigue a Jeffrey Manchester, ex Ranger del Ejército, padre en apuros económicos y ladrón por necesidad, interpretado por Channing Tatum (Deadpool y Lobezno). Para llegar a fin de mes, Manchester decide asaltar restaurantes McDonald’s accediendo por los tejados, lo que le vale el apodo que da título a la película. Después de escapar de la cárcel, se oculta durante seis meses dentro de un Toys “R” Us, sobreviviendo sin ser detectado mientras planea su próximo movimiento.
Por esta razón, la recreación del Toys “R” Us en el que vive Jeffrey y donde transcurre buena parte de la historia fue muy importante. Aunque el rodaje en la icónica tienda de juguetes apenas duró 11 días, el tiempo, el esfuerzo y el presupuesto invertidos en reconstruirla fueron descomunales, ya que la empresa había cerrado en 2018 y no quedaban locales operativos que pudieran usarse como plató.
La diseñadora de producción Inbal Weinberg (La habitación de al lado) y su equipo recorrieron Estados Unidos buscando un antiguo Toys “R” Us que aún se mantuviera en pie, pero la mayoría ya habían sido derribados, reformados o se encontraban en un estado deplorable. Entre estos se encontraba la tienda real donde ocurrieron los hechos, ubicada en el sureste de Charlotte y transformada actualmente en una megacadena religiosa.

Contra todo pronóstico, el equipo encontró uno en Pineville, a unos 16 kilómetros de la localización original. El edificio estaba vacío, desmantelado y sin uso. «Era una preciosa tienda antigua de Toys “R” Us, solitaria como una isla» recuerda Derek Cianfrance, director y guionista, en las notas de producción. «Lo había comprado una empresa sueca de muebles para convertirlo en una tienda, pero aún no habían empezado las obras».
Weinberg añade: «Estaba abandonado desde hacía años. Cuando lo ocupamos, no era más que una caja de hormigón completamente desnuda». Para empeorar las cosas, el sistema eléctrico había sido vandalizado: unos ladrones habían robado gran parte del cableado de cobre, por lo que la instalación prácticamente no existía. «Así que no solo tuvimos que diseñar la tienda, sino que también tuvimos que restaurar su infraestructura para que fuera funcional durante el rodaje».

Lo que complicó sobremanera la tarea fue el requisito de Cianfrance de que todo en la tienda fuera plenamente funcional. «Todo tiene que funcionar, nada puede ser falso o efímero. El plató debe ser un parque de juegos para los actores, donde puedan moverse con total libertad, coger cosas y usar lo que quieran», afirma el cineasta.

El departamento recopiló miles de fotografías de tiendas de la época, planos originales y organigramas, además de estudiar imágenes archivadas para reproducir con precisión las características arquitectónicas, las parrillas de iluminación y los patrones del suelo. «Nuestro departamento de arte incluso estudió antiguos vídeos de formación de empleados de Toys “R” Us, para poder copiar sus sistemas de inventario», explica Weinberg. Se tuvo que recrear absolutamente todo: suelos, estanterías, señalizaciones, material de exposición e incluso las etiquetas de precio, que fueron diseñadas por el equipo gráfico, impresas y producidas para toda la tienda.
Y, por supuesto, estaban los juguetes. Llenar la tienda de productos fue una tarea arrolladora e interminable que comenzó con la investigación de los catálogos de Toys “R” Us de 2003 y 2004 para saber exactamente qué productos había en las estanterías en ese momento. «Hicimos una hoja de cálculo detallada de los productos reales que estaban disponibles en aquel entonces», cuenta Weinberg. Encontrar esos artículos implicó localizarlos en tiendas de segunda mano, contactar con coleccionistas locales o buscarlos por todo el país: desde muñecas Barbie muy codiciadas hasta figuras de acción específicas. Algunos juegos de mesa clásicos se podían comprar al por mayor, pero muchos otros artículos tuvieron que ser reproducidos por el departamento de arte.

«Teníamos literalmente una pequeña fábrica de empaquetado dentro del departamento», detalla. Los diseñadores gráficos rediseñaron y reimprimieron cientos de cajas de la época que los decoradores del plató tuvieron que montar después. Y no bastaba con un ejemplar de cada cosa. «Derek insistía en la libertad total para los actores», señala Weinberg. «Cada estantería tenía que estar llena; si un actor cogía un artículo, tenía que quedar abundante inventario detrás. Fue una tarea monumental».
Tatum, protagonista de Roofman. Un ladrón en el tejado, añade entre risas: «Todo era real. No puedes comprender lo que se siente a menos que camines realmente por una de esas tiendas. Espero que la gente sienta la magia de entrar en esa juguetería al ver la película. Es algo que tienes que experimentar. Incluso las baldosas del suelo eran exactamente iguales. Fueron muy específicos con todo».

Tras el rodaje, los juguetes se donaron a organizaciones benéficas, aunque, como era de esperar, algunos desaparecieron en circunstancias misteriosas. Kirsten Dunst (Civil War) lo admite: «No se lo digas a nadie, pero yo me llevaba cosas para mis hijos. Cogí unos pijamas que a mis hijos les encantan. También unos Swedish Fish and Friends, que mis hijos nunca habían visto antes».

La «habitación» de Jeffrey también se construyó prestando mucha atención a los detalles, basándose en una exhaustiva investigación que incluía informes policiales donde aparecía todo lo que contenía. El equipo rastreó esos objetos y los colocó en las estanterías, dándoles a cada uno su propia «historia de origen». Otros elementos se añadieron porque Channing Tatum sintió que su personaje los habría puesto allí.
«Mientras preparaba sus primeras escenas en la habitación, él y yo recorrimos juntos la tienda, eligiendo cosas que le gustaban», explica Weinberg. El resultado, dice, «fue una cueva extraña pero entrañable de un hombre-niño, donde una mezcla de recuerdos infantiles convivía con armas y equipo esencial».
Filmar en el set de la tienda resultó extraordinario para todo el equipo y el reparto. «Muchos de nuestros miembros del equipo se emocionaron al entrar por primera vez en nuestra tienda», narra Weinberg. «Fue precioso ver sus reacciones, especialmente cuando encontraban en las estanterías sus juguetes favoritos de la infancia».
Tatum afirma: «Recuerdo ir a un Toys “R” Us de niño y que me dijeran: “Puedes elegir una cosa”. Y entonces pensabas: “Dios mío, ¿qué hago ahora?” Estabas en el Valhalla. Había posibilidades infinitas. Y esto se sentía exactamente igual. Nunca se tiene esa sensación en un set de rodaje. El espacio era como una tienda real de la época. Podías girar la cámara hacia donde quisieras. No había un sitio equivocado para filmar. Es una sensación que no puedes entender si no has estado allí. Yo solo quería pasar todo el tiempo posible en ese lugar». Le entendemos. Nosotros también queremos revivirlo.

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