CRÍTICA (72SSIFF): “Querido Trópico”
Un cándido relato sobre la vulnerabilidad humana.
El cine panameño ha ido ganando terreno en los últimos años, con directores y producciones que, desde una mirada íntima y humana, han comenzado a contar historias únicas que antes no tenían suficiente representación en la gran pantalla. Aunque las producciones cinematográficas en Panamá aún no alcanzan el volumen de otros países latinoamericanos, cada vez más filmes de gran calidad emergen de esta pequeña pero vibrante industria. Uno de los nombres que destaca es el de Ana Endara Mislov (Reinas), una directora que ha sabido capturar la esencia de la vida cotidiana en sus películas, con un enfoque humano y una sensibilidad aguda que traspasa las fronteras nacionales. Y Querido Trópico es un claro ejemplo de esta tendencia.
Una coproducción entre Panamá y Colombia que aborda, desde la sencillez y profundidad, temas universales como la soledad, la enfermedad y las conexiones humanas.
Desde los primeros minutos de Querido Trópico, Ana Endara nos invita a sumergirnos en la vida de dos mujeres que, a pesar de estar atrapadas en sus respectivas soledades, encuentran consuelo y compañía la una en la otra. La directora adopta una mirada cándida y cercana hacia sus personajes, tratándolos con una empatía que se siente en cada escena. La historia de la inmigrante colombiana – interpretada con sobriedad por Jenny Navarrete (El otro hijo) – y de la adinerada mujer de negocios que enfrenta los primeros síntomas de demencia – interpretada por la magnífica Paulina Garcia (La Cordillera) – se cuenta de manera sencilla pero profundamente conmovedora.
Sin embargo, Endara evita caer en sentimentalismos o dramatismos excesivos, prefiriendo en su lugar una narración contenida que respeta la humanidad de sus personajes. A lo largo de la película, sentimos que estamos siendo testigos de una historia real, llena de matices y emociones genuinas, y esto es en gran parte gracias a la sensibilidad con la que la directora observa y presenta a sus personajes.
Uno de los aspectos más notables de la puesta en escena de Querido Trópico es el uso deliberado de una cámara fija en muchas de las tomas, colocando al espectador en una posición voyeurista. Una decisión con la que la directora crea una atmósfera en la que el espectador se siente como un observador silencioso, casi como si estuviera espiando la intimidad de las protagonistas sin atreverse a intervenir en su mundo.
Este enfoque también le da un aire contemplativo a la narrativa. Al mantener la cámara en una posición fija, Endara permite que la belleza y el dolor de cada momento se desplieguen sin prisas, invitando al espectador a observar detenidamente las interacciones entre las protagonistas y los detalles sutiles que conforman su día a día. Cada gesto, mirada y silencio cobra un significado especial, y la cámara, inmóvil y paciente, no busca apresurar la historia, sino más bien dejar que las emociones se filtren lentamente a través de la pantalla. Unas emociones potenciadas por la austeridad en la escenografía de Querido Trópico.
Aunque la película tiene lugar en gran parte dentro de la lujosa casa de la mujer adinerada, se evita que esta riqueza visual domine la narrativa. En lugar de ello, se utiliza el espacio de manera sutil, enfocándose en lo esencial: los personajes y sus interacciones. Incluso en los momentos en los que se nos muestran los detalles más ostentosos del hogar, la cámara nunca se recrea en ellos de manera superficial. Al contrario, los trata con una sobriedad que refleja el aislamiento y la desconexión emocional que vive su dueña. Algo que también se refleja en el trabajo de luz (siempre con una iluminación suave y tenue) y el color (donde la paleta de colores neutros y apagados contribuye a la creación de una atmósfera melancólica y de soledad).
Y es que, en el fondo, Querido Trópico es una película sobre la soledad. Tanto la inmigrante colombiana como la mujer adinerada viven aisladas, cada una en su propio mundo de silencio y distancia emocional. La cuidadora, lejos de su país y cargando con un secreto que la distancia aún más de quienes la rodean, se enfrenta a una vida de incertidumbre y alienación en la ciudad de Panamá. Por otro lado, la mujer de negocios, que siempre ha controlado su vida con mano firme, empieza a perder esa autonomía a medida que la demencia va avanzando, lo que la sume en una profunda soledad.
Sin embargo, estas dos soledades, aparentemente irreconciliables, terminan encontrándose en un acto de profunda humanidad. La relación que se establece entre las protagonistas es conmovedora precisamente porque surge de la necesidad mutua de compañía. A lo largo de la película, vemos cómo ambas mujeres, a su manera, encuentran consuelo y apoyo en la otra, sin necesidad de tratarse de una relación idílica ni perfecta, sino de una conexión que nace del dolor compartido y de la vulnerabilidad.
A nivel de actuaciones, el trabajo de Paulina Garcia es sin duda uno de los puntos más fuertes de Querido Trópico. Garcia, Oso de Plata en 2013 a la Mejor Actriz por su papel en Gloria, logra capturar a la perfección la complejidad emocional de su personaje. Su interpretación sutil y medida de una mujer que lucha contra la demencia es contenida, pero cargada de matices. Cada gesto, cada mirada perdida, cada lapsus de memoria está lleno de verdad y dolor, evitando en el proceso de creación del personaje caer en los clichés asociados a la representación de la enfermedad mental en el cine.
En conclusión, Querido Trópico es una obra que destaca por su ritmo lento y pausado, una elección estilística que potencia su carga emocional y permite al espectador sumergirse plenamente en la complejidad de sus personajes. Ana Endara Mislov utiliza este ritmo como una herramienta para explorar la soledad, la memoria y las conexiones humanas de una manera introspectiva, sin prisas ni artificios. Cada escena se recrea en los pequeños gestos, los silencios prolongados y las interacciones sutiles, permitiendo que las emociones afloren de manera natural y auténtica. Este enfoque narrativo, lejos de resultar tedioso, envuelve al espectador en una experiencia contemplativa y profundamente conmovedora, exigiendo, eso sí, paciencia y reflexión. Algo que, sin embargo, se ve recompensando con una historia que encuentra la belleza en lo ordinario y en los momentos de mayor vulnerabilidad humana.
NOTA: ★★★★☆
“QUERIDO TRÓPICO” SE PROYECTA EN EL FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN.
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