CRÍTICA (72SSIFF): “Cuando cae el Otoño”
Un bíblico relato rural.
La filmografía de François Ozon siempre se ha solido mover entre la audaz y grandilocuente exploración de las relaciones humanas, y lo macabro, siendo películas como Frantz o La piscina claros ejemplos de ello. Normalmente aporta un cierto sentido teatral a las hiperbólicas emociones que bañan sus obras, haciendo que sus películas minuciosas performances visuales sobre profundas crisis existencialistas. Sin embargo, con Cuando cae el otoño, Ozon estrecha su mira hacia un punto de vista más íntimo y cálido estudio de personaje, permitiendo que la cinta se embriague por la quietud de la Burgundy rural. Aunque más pequeña en enfoque que sus anteriores trabajos, Cuando cae el otoño sigue teniendo ese trabajo artesanal contemplativo de Ozon, narrando a los espectadores un cuento que combina suspense y cariño a partes iguales.
Desde el inicio, la narrativa de la cinta se aprecia cuanto menos simple. Michelle, a la que da vida de manera emotiva Hélène Vincent (Tres colores: Azul), una aparentemente ordinaria y común abuela, se convierte en el centro de la historia cuando su hija Valérie (Ludivine Sagnier), tras un accidentado percance, decide impedirle ver más a su nieto. Esto traerá consigo una serie de situaciones que cambiarán el aparente devenir de la película.
Mostrando lentamente las capas del pasado y el mundo interior de Michelle al público, Ozon le concede a su personaje principal una profundidad e historia tan rica emocionalmente hablando, como compleja y alegórica. Y es que, uno de los aspectos más convincentes de Cuando cae el otoño es su subyacente estructura de parábola bíblica en la que resuena el relato de El buen samaritano.
Mientras que Michelle navega a través de su confusión y desasosiego interno motivado por la imposibilidad de ver a su nieto Lucas, la figura de Vincent (Pierre Lottin), un simple y afable exconvicto hijo de la mejor amiga de Michelle, emerge como la personificación del buen samaritano particular de Ozon. Su firme e incondicional apoyo hacia Michelle sirve como un cándido pero poderoso contrapunto a los elementos más ambiguos del guion. La bondad de Vicent es inquebrantable, fruto de un amor fraternal sin condiciones, incluso cuando los dramáticos eventos que esta puede ocasionar le salpican de lleno. A través de este personaje, Ozon ofrece un reflejo de cómo los actos de pura decencia y compasión pueden llegar a tener un profundo impacto en las personas, incluso cuando el mundo que les rodea se percibe indiferente y hostil.
Este paralelismo bíblico continuo se ve enriquecido por la exploración que se hace en Cuando cae el otoño del amor incondicional, focalizándose tanto en el cariño que se entrega como el que se busca. La relación de Valérie para con su madre es tensa, mostrándose continuamente alejada y decepcionada, privándola de un amor que considera que no se merece, debido a un pasado que le asquea y del cual no entiende cómo puede sentirse orgullosa. En ese sentido, Cuando cae el otoño no solo se aprecia como una historia sobre lazos familiares, sino como una de redención y silencioso heroísmo cuando las acciones de Vicent ayudan de manera gradual a Michelle en su proceso de recomponer los trozos de una vida a la que ya no le veía sentido.
A lo que el apartado técnico se refiere, la película se puede llegar a entender como una carta de amor a la Francia rural. La majestuosidad del frondoso y otoñal paisaje de Borgoña le otorga a cada escena una sobrecogedora postal, donde su serenidad y quietud contrasta a la perfección con la quemazón emocional que se esconde tras la apacible compostura de Michelle. En este sentido, la fotografía cortesía de Jerôme Alméras (En la casa) captura el paisaje rural de tal forma que es capaz de amplificar tanto su componente de belleza natural como el de soledad, actuando así como un observador silencioso del drama de los personajes. La elección de Ozon a la hora de rodar en otoño, un periodo de transición y decadencia, reafirma el tono contemplativo de la cinta, convirtiendo el paisaje en un personaje más.
Bajo una superficie de tensión y suspense, Cuando cae el otoño ofrece un enriquecedor retrato sobre la resiliencia. El personaje de Michelle no es presentado como la estereotípica abuela que vive en el pueblo, doblegada por la edad y el paso del tiempo; sino que se trata de una compleja, llena de cicatrices pero independiente mujer profundamente humana a lo que sus vulnerabilidades se refiere. Hélène Vincent nos regala una actuación tan contenida como afectuosa, empleando pequeños gestos y expresiones corporales para transmitir el peso de vivir una vida de secretos y arrepentimientos.
Todo ello en una película cuya conclusión deja mucho sin verbalizar, siendo la ambigüedad característica de Ozon la que resuena con más fuerza. El suspense que crea a lo largo de la película nunca llega de resolverse en su totalidad, algo que se siente intencionado. En vez de proveer al espectador con respuestas fáciles o dramatizaciones excesivas, Ozon apuesta por un cierre más lírico y menos terrenal, invitando al espectador a reflexionar sobre el amor, la pérdida y la resiliencia.
En conclusión, Cuando cae el otoño es una película que se preocupa menos por los sucesos y hechos que narra que por el viaje emocional de sus personajes. Una cinta con menos pomposidad que algunas de las cintas pasadas de su director, pero cuya intimidad y rica exploración de las temáticas que subyacen en ella la hacen una digna adicción a su filmografía. Menos ambiciosa, pero que resuena profundamente en la psique del espectador, aportando evidencias del talento de Ozon a la hora de dotar de complicadas y emotivas capas a sus historias.
NOTA: ★★★½
“CUANDO CAE EL OTOÑO”, ESTRENO EL 13 DE DICIEMBRE EN CINES.
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