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CRÍTICA: «En Islas Extremas» («The Outrun»)

La victoria de la forma frente al fondo.

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© Sony Pictures Classics

En los últimos años, el cine independiente británico se ha apoyado en narrativas intimistas que exploran la fragilidad y resiliencia humana, canalizadas en películas basadas en personajes. Largometrajes como The Souvenir o Aftersun han demostrado esta tendencia hacia la introspección, normalmente marcadas por una línea temporal fragmentada, la poesía visual, y la elección deliberada de evitar los ritmos dramáticos convencionales. Y En islas extremas, dirigida por Nora Fingscheidt (Imperdonable), encaja a la perfección en este linaje.

Adaptando las memorias de la escritora y periodista Amy Liptrot, En islas extremas es una cruda y visualmente expresiva meditación sobre la adicción, la sanación y el autodescubrimiento. Sin embargo, y a pesar de que sus ambiciones artísticas son más que evidentes, su fragmentada estructura y, en ocasiones, elusivo núcleo emocional, pueden resultar en una experiencia desafiante para algunos espectadores.

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© Sony Pictures Classics

Tras su debut en ficción con System Crasher en 2019, Nora se ha establecido como una directora que no se corta a la hora de explorar las vulnerabilidades humanas a través de unas lentes cinematográficas poco ortodoxas. Con En islas extremas continua esta dinámica, apostando claramente por un enfoque sensorial que prioriza la forma –la creación de una atmósfera onírica–, sobre el fondo –la narrativa “tradicional”–. En este sentido, la película abraza sus raíces indies no solo en su ritmo contemplativo, sino por su compromiso a la hora de mostrar el cine como una forma artística –superponiendo la imaginación evocativa a la explicación explicita–.

Una integridad artística que, sin embargo, trae consigo una advertencia: la poca accesibilidad. La estructura no lineal de En islas extremas, sus momentos de introspección enmudecidos y las secuencias de ensoñación requieren de cierto grado de paciencia por parte de la audiencia. Y es que, mientras que el enfoque elegido por Nora expone los dilemas internos de la protagonista, también se arriesga a alienar a aquellos espectadores que buscan un compromiso narrativo más directo. Es por ello, por lo que sería acertado considerar, que Nora está más interesada en inmergir a la audiencia en la confusión emocional de la contraposición de adición y sanación que en ofrecerle un arco de redención más definido.

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© Sony Pictures Classics

El guion, escrito por la propia Nora, emplea una estructura narrativa no lineal, oscilando entre el pasado y el presente con un grado de fluidez que resalta la cualidad onírica de En islas extremas. El espectador puede ver destellos del pasado del personaje de Saoirse Ronan (Blitz, Foe) intercalados con momentos de su presente en el que trata de reconectar con ella misma y con aquello que le rodea. Una fragmentación estructural que simboliza de manera efectiva la desorientación propia de la recuperación, donde los recuerdos y recaídas son introducidos sin previo aviso.

Sin embargo, es este rasgo el que demanda una atención activa por parte del espectador, haciendo que sea este el que una las piezas del puzle que supone el viaje de la protagonista, en vez de ser guiado a lo largo de una estructura convencional dividida en cuatro actos. Por esta razón, y mientras que la metodología narrativa se alinea a la perfección con la exploratoria temática de En islas extremas, también es la responsable de crear cierta distancia emocional con la audiencia.

Distanciamiento emocional que no evita que En islas extremas sea una película digna de ser vista, aunque solo sea por Saoirse Ronan. La joven actriz irlandesa ha demostrado en su ya dilatada carrera una habilidad casi innata de fundir las emociones más viscerales con una remarcable contención, algo que vuelve a conseguir en una de sus actuaciones más desafiantes. Su representación de Rona, una mujer que vuelve al hogar donde se crio en las Islas Orkney tras haber superado el alcoholismo, lidera la película con una actuación que oscila entre una fuerza puesta siempre a prueba y una vulnerabilidad sobrecogedora. 

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© Sony Pictures Classics

Y es que, gran parte del éxito de la película descansa en la habilidad de la joven actriz por hacer palpable el conflicto interno de Rona. Incluso en los momentos inundados de silencio, su lenguaje corporal y expresión facial revelan el peso de los errores del pasado y la incertidumbre de un futuro sin el apoyo del alcohol. La interpretación de Saoirse no se limita a los monólogos grandilocuentes o la sobre dramatización, sino que se centra en la internalización de las emociones, forzando a la audiencia a leer entre líneas y sentir la sutileza con la que externaliza sus problemas. Un estudio de personaje cuyas opciones de éxito dependen casi por completo de la habilidad de Saoirse de liderar lo que vemos en pantalla. Mientras que el resto del reparto ejecuta unas actuaciones sólidas, estas son secundarias –nunca mejor dicho– al viaje de Rona. Por ello, se podría decir que En islas extremas trata menos de lo que se dice y más de lo que realmente uno siente a través de la interpretación de Saoirse.

Esta confianza ciega en el mundo interior de la protagonista hace que la cinta se sienta profundamente personal, a la vez que algo inusual. En islas extremas no proporciona un desenlace emocional fácil, ni siquiera una conclusión clara –no hay ningún momento triunfal de superación–, sino un apacible y continuo trabajo de sanación. Algo que consigue crear una imagen honesta y realista sobre la adicción, pero que puede provocar que la película deje a la audiencia con una sensación de no resolución, incluso de frustración.

Cinematográficamente hablando, En islas extremas es una obra de arte, oscilando entre dos puntos de vista visuales: momentos de serenidad y belleza contemplativa que capturan la atractiva  rigidez del paisaje de las Islas Orkney, y ráfagas de imágenes cuasi-psicodélicas que reflejan el uso abusivo que hizo Rona de distintas sustancias en el pasado. Un contraste que crea una fascinante tensión, ya que, por un lado, las islas son dibujadas como un lugar de serenidad que potencian la sanación de la protagonista, mientras que, a través de los ojos de Rona, estos también están maldecidos con los recuerdos de su tormentoso pasado.

Por todo ello, En islas extremas es poesía en movimiento. Una rica exploración sobre la adicción y la autosanación elevada por la interpretación de Saoirse Ronan. Sin embargo, y a pesar de que la película pueda resonar de manera contundente en algunos espectadores, su estructura fragmentada, su ritmo lento y en ocasiones elusivo compás emocional, hacen que dejen fríos al resto. La dirección de Nora se asegura que cada imagen encapsule la esencia de la cinta, pero es su insistencia de superponer la forma sobre la claridad narrativa lo que puede llegar a limitar un atractivo más generalista. 

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© Sony Pictures Classics

Pero para aquellos dispuestos a abrazar las sensibilidades indies y la narrativa no lineal, En islas extremas ofrece una experiencia cinematográfica de lo más inmersiva. Hablamos de una película que no pretende conformar al espectador o entregarle respuestas fáciles, sino que busca capturar la compleja y voluble realidad de la desintoxicación con suma honestidad. Probablemente no sea un fenómeno de masas, pero para con los que sí logra sintonizar, En islas extremas es un tortuoso e inolvidable viaje.

NOTA: ★★★★☆

«THE OUTRUN», YA EN PLATAFORMAS DE COMPRA Y ALQUILER.


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© Sony Pictures Classics

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Mario Hernández

Mario Hernández

Cinéfilo granadino de la generación del 98 (1998 más concretamente), amante del cine independiente y las grandes sagas. Entusiasta de una buena sesión de peli y manta, soy graduado en Economía por la Universidad de Granada (UGR) con nivel C1 de inglés. Actualmente, estoy realizando el curso de Crítica de Cine en la Escuela de Escritores de Madrid.