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CRÍTICA (72SSIFF): “El Lugar de la Otra”

Una compasiva búsqueda de libertad.

© SSIFF

El lugar de la otra, dirigida por Maite Alberdi, es una contemplativa zambullida en los elementos comunes de la identidad, la libertad y los roles sociales de la Chile de 1955. Una película basada en el caso real de María Carolina Geel, una renombrada escritora chilena que asesinó a su amante a plena luz del día. Sin embargo, El lugar de la otra se distancia del hecho delictivo en sí y se centra en las mujeres de esta historia, concretamente en Mercedes (Elisa Zulueta), la secretaria del juez encargado del caso, cuyo encuentro con María Carolina (Francisca Lewin) y su estilo de vida le alteran profundamente la percepción de su vida.

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Mercedes, interpretada con una intensidad contenida por parte de Elisa, simboliza esa figura de la mujer sofocada por las convenciones sociales. Atrapada en una monótona rutina, su vida se siente como si estuviera firmemente definida y limitada por las expectativas y roles sociales. Su conducta auto restringida refleja su desorden interno, su vida encadenada por unos grilletes invisibles. Su punto de inflexión comienza al entrar en el apartamento de María Carolina, un espacio que, aunque cerrado, representa unas posibilidades ilimitadas. Y obviamente, es seducida por el contraste entre su mundo y el de esta misteriosa mujer, uno en el que predomina la libertad artística, emocional y un silencio más potente que cualquier palabra.

Lo que la directora nominada al Oscar hace tan brillantemente es permitir al espectador sumergirse junto a Mercedes en el mundo de María Carolina de manera sensible y desde unos ojos asombrados por el descubrimiento. En ese sentido, el apartamento se convierte no en un decorado más, sino en un personaje en sí mismo, uno rebosante de un sentido de rebelión silenciosa y feminidad sin tapujos. La fascinación creciente de la protagonista para con el estilo de vida de la escritora es mostrada con ternura y empatía, siendo la dirección de Alberdi nunca villanizadora hacia esta, sino de entendimiento hacia el deseo de cambio y búsqueda de escape de Mercedes. Sin forzar ningún juicio moral, la narrativa que nos presenta El lugar de la otra rechaza dibujar a sus personajes en un simple blanco y negro, sino que ofrece matices y capas de un gris que se siente profundamente humano. Y para ello, la fotografía de Sergio Armstrong (Neruda) se vale de una estética visual que se siente única y “aesthetics”.

Algo que Alberdi sabe explotar en su puesta en escena, consiguiendo evocar la esencia del cine de los años setenta, un periodo en el que el cine solía apostar por la experimentación, la introspección y desvinculación por la narración lineal. Una elección que se siente del todo deliberada, otorgando a la película una cualidad de eternidad que elimina la barrera del presente y el pasado. Las escenas oníricas en las que Mercedes trata de componer un retrato de la vida de la escritora, conseguidas a través del desenfoque parcial de las escenas, le otorgan a El lugar de la otra un carácter de cuento de hadas, como si Mercedes se encontrase entre dos mundos, el terrenal, y el idílico. Escenas acompañadas por la banda sonora – mayoritariamente con tonos de jazz – compuesta por José Miguel Miranda (Mi país imaginario) que posee reminiscencias de las comedias de los años setentas, y que crean un curioso contraste con el tono serio de la cinta.

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Y es que, El lugar de la otra está macerada con un suave pero palpable aire misterioso que le sienta muy bien. La figura de María Carolina, pese a ser el eje sobre el que gira toda la trama, se mantiene como una figura enigmática, confeccionándose más como un símbolo que como un personaje en sí. Un punto a favor en el que la intriga entorno al asesinato que comete la escritora está siempre presente, a pesar de que Alberdi elige deliberadamente no centrarse en el sensacionalismo que lo rodea. En vez de esto, el asesinato se convierte en el catalizador para profundizar en la narrativa que se sigue: la transformación interna de Mercedes. En este sentido, la película transciende sus raíces de true-crime, explotando la autonomía femenina, la represión y el deseo.

A pesar de la seriedad que esconde la trama, El lugar de la otra posee un ligero y agradable toque de comedia de situación. Alberdi insufla un humor sutil al diseño de sus personajes, particularmente a la hora de exagerar a aquellos que rodean a Mercedes. Sus roles, rozando más de una vez la caricaturización, proveen a la cinta de momentos que aligeran el melodrama que encierra la cinta.

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En conclusión, El lugar de la otra se centra en la navegación por parte de una mujer por aquellos elementos que la confinan en un rol preconcebido por el mero hecho de su sexo, y que busca la forma de liberarse de unas cadenas invisibles que la protagonista eran atando. Una cinta que ofrece un enfoque compasivo sobre la narrativa, permitiendo a protagonista y espectador el lugar para realizar una exploración a nivel interna sobre lo que realmente se quiere en la vida.

NOTA: ★★★½

“EL LUGAR DE LA OTRA”, ESTRENO EL 11 DE OCTUBRE EN NETFLIX.


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Mario Hernández
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Mario Hernández

Cinéfilo granadino de la generación del 98 (1998 más concretamente), amante del cine independiente y las grandes sagas. Entusiasta de una buena sesión de peli y manta, soy graduado en Economía por la Universidad de Granada (UGR) con nivel C1 de inglés. Actualmente, estoy realizando el curso de Crítica de Cine en la Escuela de Escritores de Madrid.