CRÍTICA (72SSIFF): “Marco”
La verdad detrás de la mentira.
La historia de Enric Marco Batlle es tan increíble como inquietante. Una figura célebre a nivel nacional durante finales del siglo pasado e inicios de este. Marco consiguió destacar como sindicalista y como voz de aquellos que murieron durante la Segunda Guerra Mundial. Marco se convirtió en Secretario General del CNT (Confederación Nacional del Trabajo) y presidente del Amical de Mauthausen, una asociación de supervivientes de los campos de concentración nazis. Llegando a ser invitado para hablar en numerosos colegios e instituciones, Marco compartió con España su supuesta experiencia como superviviente del Holocausto. Sin embargo, y tras revelarse que se había inventado gran parte de su biografía, particularmente su experiencia como superviviente del campo de concentración de Flossenbürg, toda su mentira se desmoronó.
Marco, dirigida por Aitor Arregi (La trinchera infinita) y Jon Garaño (Handia), explora esta deleznable historia, centrándose no tanto en su alzamiento como presidente y Secretario General, sino más bien en el derrumbe de una mentira de un hombre que decidió engañar a todo un país no con aspiraciones económicas, sino por su necesidad de validación y ser escuchado.
Con un inicio en el que inmediatamente se reconoce la ficcionalidad sobre lo que vamos a ver, la cinta no pretende hacerse ver como un documental, pese a ser una historia real. La primera secuencia es un plano en el que se aprecia un chasquido de claqueta, rompiendo así la ilusión y dejando claro que, al igual que la autobiografía creada por Marco, esto es ficción. Una decisión más que deliberada por la pareja de directores con el fin de explorar la verdad y meditar sobre la naturaleza de la mentira. Al resaltar esta artificiosidad desde el inicio, los directores invitan sutilmente a la audiencia a cuestionarse no solo las mentiras de Marco, sino lo que hace que una mentira consiga su objetivo.
Como punta angular de la película encontramos la sobresaliente interpretación de Eduard Fernández (El 47) como Enric Marco. Cargada de matizadas expresiones corporales propias del Marco verdadero, y una contención digna de admirar, la actuación de Eduard captura la complejidad del personaje de Marco, un hombre con la necesidad imperiosa de hacerse notar, dispuesto a crear una reputación a base de mentiras. Una vulnerabilidad detrás de su comportamiento, una desesperación que humaniza al personaje, a la que Eduard sabe dar vida de manera casi instintiva. Una interpretación que permite al espectador observar la imagen completa de un hombre que, en muchos aspectos, da pena. Y es que sus mentiras no provienen de la avaricia o la maldad, sino por un profundo deseo de importarle a un mundo que en otras circunstancias no le hubiera prestado atención.
Para mostrar hasta qué punto llegó a triunfar la mentira de Marco, la película intercala escenas de ficción con imágenes de archivos y extractos periodísticos. Algo que le añade no solo realismo a la historia fabricada por Marco, sino que reafirma el hecho de que, en todas las mentiras, hay algo de verdad. La historia ideada por Marco puede haber sido creada en base a falsos pretextos, pero las emociones y responsabilidades que el asumió eran genuinas. Arregi y Garaño se mueven en esta dualidad entre hechos y ficción para crear un tapiz en el que se capture la paradoja de la vida de Marco, un mentiroso que inspiraba de manera real a las personas.
Algo que también se puede observar en uno de los puntos fuertes de la cinta, su guion. Optando por centrarse en la vertiginosa caída de Marco en vez de en la acumulación de popularidad y prestigio, la narrativa se siente tirante y dividida. Las escenas en las que se muestra cómo se fue desenmascarando a este personaje rezuman intriga, haciendo que la audiencia, al igual que le debió pasar a las personas a las que Marco decepcionó, comience a unir las piezas de la verdad. Los guionistas, también Arregi y Garaño, no se esconden del peso emocional del momento – de la traición, la confusión y la soledad de Marco al ser expuesta la verdad –. Concentrándose en las secuelas de sus mentiras en vez de en su creación y creencia, la película otorga ciertas capas de pena a la exploración de las motivaciones de Marco y las consecuencias de sus actos.
Al dibujar a Marco, la cinta se apiada de él sin excusar su comportamiento. Y es aquí donde Marco encuentra su virtud, presentando a este individuo como una persona cuyo único pecado fue la necesidad de aprobación. No miente para ganar dinero, miente para que le escuchen. Para Marco, la mentira le da voz, una voz que le da un propósito. La película sugiere que su comportamiento no nace desde la maldad, sino de la condición humana de pertenencia. Algo que no justifica sus acciones, pero añade unas dimensiones trágicas a su personaje de manera elocuente.
En conclusión, Marco es un irresistible dibujo de un hombre roto, llevado al cine gracias a una magistral dirección y una asombrosa interpretación principal. La combinación de hechos con ficción, combinado con un guion que penetra en el centro de la identidad de Marco, convierte a esta cinta en una tan introspectiva como dramática. Arregi y Garaño han confeccionado una obra que no se centra tanto en las mentiras de un hombre sino en las razones detrás de dichas mentiras. Una provocadora reflexión sobre cómo queremos ser vistos por los demás, así como el precio a pagar cuando la verdad nos alcanza.
NOTA: ★★★★☆
“MARCO”, ESTRENO EN CINES EL 8 DE NOVIEMBRE.
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