CRÍTICA: “A Different Man”
Aceptar o morir con la negación.

El mundo del cine es un espejo que refleja todas las partes propias del ser humano. Ya sea en la ficción o en el documental, han existido tantísimas historias que han venido a contarnos las partes de una fisionomía cinematográfica que se registra desde Fue la mano de Dios (2019) hasta Green Eyes (1934). Se podría considerar, entonces, que el séptimo arte se consolida a través de piezas, de extremidades o, en el caso de A Different Man, de un rostro que puede reflejar con exactitud ciertas llagas que perviven bajo la piel de nuestros prejuicios y desilusiones, desglosadas por una cámara.
Bien lo sabe Adam Pearson, actor que en el año 2013 tuvo gran repercusión al mostrar su cara deformada por una neurofibromatosis en Under the Skin, de Jonathan Glazer, y que tras ello tuvo la oportunidad, gracias a su alteración, de participar en otros proyectos que encadenó en los años venideros, de 2015 a 2019. Aunque no fue hasta 2024, con este título que mencionamos, cuando Pearson regresó a la gran pantalla a través de una historia, escrita y dirigida por Aaron Schimberg y encabezada por otros grandes nombres como Sebastian Stan (The Apprentice, Golpe a Wall Street) o Renate Reinsve (La tutoría, Presunto inocente), que sirve en gran parte como mentoría a su propia historia de vida.
En este largometraje apreciamos el día a día de Edward Lemuel, un intérprete que, en su lucha contra la neurofibromatosis, la cual le hace tener la cara deformada por la aparición masiva de tumores, pasa la mayor parte del tiempo ocultándose o intentando pasar desapercibido. Pero su monotonía varía con la llegada de una nueva vecina, Ingrid, que poco a poco le empieza a hacer retomar el contacto con una posible vida que nunca había imaginado. Unido a un nuevo fármaco que, posiblemente, hará desaparecer la desfiguración de su cara, Edward afronta una quimera que terminará por hacerle dudar de todo.

Vemos, pues, cómo los ingredientes hacen pensar que lo que escribe Schimberg aquí tiene en gran parte influencia de Pearson. La obra se construye a través de la mirada del sujeto que, por una apariencia física redimida por la genética, se enfrenta a una vida que le impide entrar en la rueda normativa. El principal tema de este proyecto reside en el deber de aceptarse a uno mismo para continuar a través de este fino hilo. Así se construye la trama, que mama del cine de comedias en las faldas de Broadway, tan particular de directores como Allen –pero sin ser tan vacuo y burgués–, y más bien virando a la visión sucia de Casavettes para profundizar en la psicología de sus personajes, como es el caso de su Opening Night.

La película radica en el punto exacto en el que su forma pasa de ser parte de un cine de encuentros y gags al momento en el que todo termina transformándose en alucinógeno o irreal. Al estilo de Aronofsky, con el descenso de sus protagonistas al caos absoluto, es así como la identidad física del personaje interpretado por Stan tiene un elemento clave en la obra: aceptarse como uno es, pese a sus rasgos que le incapacitan ante una sociedad, o morir siendo lo que uno no es. De esta misma manera actúa lo que se ve: la imagen, que en un inicio es limpia, comienza a deformarse y a deconstruir las figuras y los movimientos de cámara. Lo mismo con la luz: lo límpido y bello tras la transformación pasa a ser grotesco y mugriento –como la humedad en el techo–.
Todo en la película toma la forma que el director le da. Es una probeta de un experimento que sale a la perfección en cada paso y juega con los contrastes para otorgarle a su fondo un mensaje puro sobre la identidad, abarcando el respeto hacia uno mismo y la aceptación del destino en los modelos exactos para encontrar otras salidas frente a puertas que se cierran.

Uno siempre se pregunta si será suficiente. Si existirá otra forma de no ser lo que uno es para encajar. Aquí, uno se plantea más bien la oportunidad de entenderse a sí mismo de otra forma: ¿y si lo que soy es, realmente, lo que necesito ser y no otro? La identidad ha de ser un bastión si uno quiere vivir bajo sus ideales y su forma corpórea en este mundo, sin renunciar a sí mismo. En el caso de hacerlo, entonces algo está perdido. De eso va A Different Man: de no ser un hombre tan diferente al que uno es.
NOTA: ★★★½
“A DIFFERENT MAN”, YA EN CINES.
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