CRÍTICA: “Policán” (“Dog Man”)
Aventuras para la generación TDAH.

Dav Pilkey lleva casi treinta años cosechando éxitos en el campo de la literatura infantil, con títulos como El capitán Calzoncillos, El club de cómic de Chikigato o Policán, cuya adaptación se estrena ahora en cines para regocijo de niñas y niños y tal vez no tanto de padres y madres. Y es que, a la hora de afrontar una película de animación, en los últimos años se optado, en ocasiones (en especial Pixar), por tratar de contentar a ambos segmentos de edad, con guiños a las diferentes generaciones que acuden juntas a la sala. No es este el caso, pues parece bastante claro que el objetivo principal es seducir a los más pequeños y eso desde luego se cumple con creces.

Policán cuenta la historia de un agente de policía que tras un grave accidente es fusionado con su compañero cánido en un improbable híbrido que nos recuerda a Robocop. Este entrañable personaje, que combina ternura, ganas irrefrenables de jugar con una pelotita y el deseo firme de capturar a los villanos, tiene que enfrentarse con Perico, un gato resentido que se clona a sí mismo para hacer el mal. Pero claro, la clonación no da el resultado deseado y de ahí acaba saliendo Periquillo, un pequeño gato cabezón que se convierte en el verdadero protagonista con su mezcla de ingenuidad, ternura y autenticidad. El pequeño felino lanza perlas como: «No hay que esperar a sentir el amor. Hay que ponerlo en práctica». Pura responsabilidad afectiva en tiempos del ghosting.

El asunto es que para conocer a Periquillo y su exhaltación de la ternura y de la resolución pacífica de conflictos –tan necesarias hoy en día , tenemos que pasar por al menos treinta o cuarenta minutos de persecuciones vertiginosas, peleas al más puro estilo Kaiju, aceleración continua, atropello narrativo, colores chillones y sobredosis de música. Algunos padres y madres en la sala parecían estar al borde de un ataque epiléptico, mientras que por su parte el público infantil disfrutaba a cascoporro. Y es que estas son aventuras diseñadas para una generación que siempre está bajo la amenaza del TDAH (el propio Dav Pilkey fue diagnosticado de Trastorno del Déficit de Atención e Hiperactividad cuando era un niño), lo cual no resulta extraño en este mundo hiperacelerado y supervitaminado.

En resumen, nos encontramos ante una cinta de animación muy digna y con mensajes positivos, que con toda seguridad va a reventar las taquillas y tendrá numerosas continuaciones (llevamos 12 libros de Policán), pero a la que se le echa en falta un poco más del humor naif, gamberro y casi surrealista de los libros y un poco menos de acción descerebrada y desenfrenada, diseñada para que los infantes no aparten la vista de la pantalla ni un milisegundo. Mientras tanto, entre los adultos se veía a alguno reflexionando sobre sus cosas con los ojos cerrados durante la proyección. Eso sí, una maravilla ver las salas de cine llenas de gente.
NOTA: ★★½
“POLICÁN”, YA EN CINES.
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