CRÍTICA: “A Real Pain”
Kieran Culkin, de ‘Succession’ a los Oscar.

El cine independiente ha servido siempre como terreno fértil para aquellas voces que buscan explorar narrativas personales e intimistas, trascendiendo, en ocasiones, los cánones tradicionales que dividen al séptimo arte en géneros, encontrando así comedia y humor en la incomodidad y lo profundamente mundano. Jesse Eisenberg (La red social), un actor conocido por sus neuróticas pero célebres interpretaciones, se coloca por segunda vez detrás de las cámaras para dirigir A Real Pain, una película que se siente tan profundamente personal como universal. Influenciado por el agudo estudio de los personajes que hace Noah Baumbach (Frances Ha) en sus películas, el neurótico humor de Woody Allen (Golpe de suerte) o el valor introspectivo y existencial que aporta la música en las obras de Richard Linklater (Antes del amanecer), Eisenberg dibuja una incómoda comedia con alma independiente que explora los traumas generacionales, la identidad, y los lazos familiares.
Una cinta que sigue a dos primos, los Kaplan, David (Jesse Eisenberg) y Benji (Kieran Culkin), los cuales viajan a Polonia tras la muerte de su abuela. En busca de una conexión con su legado y un entendimiento de primera mano de sus raíces familiares, se unen a un tour sobre el Holocausto que yuxtapone el peso de esta tragedia histórica con sus propias inseguridades personales y fricciones interpersonales. Una narrativa que desvela una mezcla de humor ácido y peso emocional, superponiendo la risa incómoda del espectador con los momentos de genuina vulnerabilidad de los personajes.

Unos personajes que son el corazón de esta A Real Pain. Como David, Eisenberg canaliza su agitada energía tan característica en un personaje aferrado al dolor y en una búsqueda activa de su identidad. Por otro lado, el Benji de Kieran, un cínico de lengua afilada, se concibe como el contraste perfecto para David. La dinámica entre ambos personajes es el motor de la película, donde cada pullita, discusión y sentido intercambio de palabras se siente auténtico. Culkin, recién salido de un papel en Succession capaz de robar cada escena en la que estaba presente, demuestra tener una fuerza humorística dentro de él a tener en cuenta en futuros proyectos, regalando al espectador una interpretación llena de vibrante energía y un timing cómico de lo más refinado, generando así un magnetismo capaz de eclipsar a Eisenberg en muchos momentos. Sin embargo, este desequilibrio juega a favor de los interés de la película, amplificando la presencia ineludible de Benji mientras que subraya el carácter introspectivo del viaje de David.

Con un inicio suave, casi con una energía que invita al espectador a tantear lo que puede deparar A Real Pain, el guion escrito por el propio Eisenberg refleja los pasos titubeantes que dan los personajes al adentrarse en un territorio desconocido. En este sentido, el guion de la cinta se toma, de manera deliberada, su tiempo a la hora de introducir temáticas como la identidad, el trauma, y las conexiones familiares. El humor, aunque en ocasiones incómodo y autocrítico, posee un lado afilado, usando el malestar como herramienta a la hora de explorar verdades emocionales profundas. A medida que avanza la historia, la narrativa gana impulso, culminando en un acto final que se siente tan emocionalmente cargado como profundamente catártico. Y es justo aquí donde Eisenberg decide revelar en todo su esplendor las capacidades de storyteller que posee, dejando al espectador con una conclusión que persistirá en sus mentes tras los créditos finales.
Una atmósfera íntima que se puede apreciar a lo largo de todo el metraje de A Real Pain que se ve enfatizada por la banda sonora seleccionada para la cinta. Con una predominancia de las notas clásicas compuestas por Chopin, que flotan de manera delicada entorno a los personajes, como con miedo de interrumpir o distraerlos de su viaje, tejiéndose a sí misma como parte de la historia con suma elegancia. Las composiciones de Chopin, empapadas de melancolía y anhelo, complementan a la perfección la exploración que realiza la película sobre la pérdida, la memoria, y la identidad, enfatizando la resonancia emocional de los diálogos, pero sin llegar a abrumarlos.
Por último, y en lo que respecta al apartado visual, A Real Pain posee un estilo austero repleto de tonos apagados que se apoya en la luz natural para reflejar la temática sombría que aborda la película. La dirección de Eisenberg, aunque no particularmente ostentosa, es segura y precisa, permitiendo a las interpretaciones y al guion tomar el protagonismo. Un enfoque que demuestra un entendimiento entusiasta del carácter distintivo del cine independiente, apostando por la autenticidad y los personajes sobre el espectáculo.

Por todo ello, y a pesar de que puede que no dé pie a un nuevo territorio dentro del cine independiente, A Real Pain se concibe como un confiado primer paso en la carrera de Jesse Eisenberg como director. Una película que combina lo humorístico con lo desgarrador para explorar los conceptos de identidad y trauma generacional a través de unas magnéticas interpretaciones –particularmente por parte de Kieran Culkin–, y que permite al espectador descubrir que la voz de Eisenberg como director se siente familiar y fresca a partes iguales.
NOTA: ★★★★☆
“A REAL PAIN”, YA EN CINES.
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