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CRÍTICA: «Daniela Forever»

Los sueños, ¿sueños son?

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© Filmax

¿Cómo podemos diferenciar la memoria de la imaginación? ¿Los recuerdos son una ficción que nos contamos? ¿Y los sueños? Estas preguntas son las que plantea Nacho Vigalondo (Los cronocrímenes) en su nueva película, Daniela Forever, híbrido entre drama romántico y ciencia ficción, con sus habituales toques humorísticos, donde la frontera entre el sueño y la realidad se desdibuja.

Al perder a su novia Daniela (Grannò) en un accidente, Nicolas (Golding), sumido en la depresión, acude a una clínica del sueño para poder aceptar el duelo de una manera bastante peculiar: manteniendo sueños lúcidos y además siendo capaz de controlarlos. De esta manera, reescribe su pasado y rememora los recuerdos con Daniela, reteniendo y alargando su existencia. Algo que iba a ser una ayuda para aceptar su pérdida y avanzar en su vida, se torna en una obsesión en la que la realidad de Nicolas se pierde entre ensoñaciones.

Imagen de la película Daniela Forever
© Filmax

Partiendo de la Olvídate de mí de Kaufman y del universo lynchiano, el director usa el formato analógico de la cintas de Betacam para encuadrar y diferenciar la vigilia del sueño, con una textura pixelada y ennegrecida, haciendo alusión a sus primeros cortometrajes, manifestando y alimentando la idea de que “todo tiempo pasado fue mejor”, mientras que el mundo onírico se construye a través de un Madrid brillante y quemado por el sol, aunque vacío, con calles repletas de una masa gris que invade las paredes y avanza tintando la ciudad entera.

Esta amalgama de cemento funciona, quizás, como metáfora de una capital centrada en los últimos años para el consumo del turismo y la gentrificación o, quizás, como un recurso estilístico que nos habla de cómo el arte, y en particular el dibujo y el diseño, se ve dañado por el uso de la Inteligencia Artificial.

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© Filmax

No solo se plantea el duelo y la cuestión cartesiana entre realidad y sueño como principales temas, también se orbita alrededor de la idea del demiurgo, como ya trató Vigalondo en su anterior película Colosal, al igual que la idealización de la pareja y su toxicidad. Con esto, cuando Daniela va evolucionando tanto artística como emocionalmente y es incluso capaz de sorprender a Nicolas en el mundo que él mismo ha creado, él se siente intimidado y confuso.

Asimismo, el juego constante de linealidad atemporal y sus saltos, los giros de guion, además de las ideas que se quedan en el aire y no terminan por concluir, sumado a las irregulares y ligeramente pueriles interpretaciones de sus dos protagonistas, Henry Golding (The Ministry of Ungentlemanly Warfare) y Beatrice Grannò (The White Lotus), hacen de todo el filme un laberinto de preguntas sin resolver. Y por muy interesantes que sean estas preguntas o su premisa, la película carece de curiosidad y transcendencia suficiente como para mantenernos despiertos.

Imagen de la película Daniela Forever
© Filmax

Una obra, para concluir, con múltiples posibilidades potentes, cabe mencionar el diseño visual, (con la aportación de la ilustradora Adara Sánchez) realmente atractivo, que sin embargo cae en la reiteración y no llega a desarrollar ni cerrar completamente sus cuestiones, mediante un final abierto que deja una puerta entreabierta entre estos dos mundos.

NOTA: ★½

«DANIELA FOREVER», YA EN CINES.


TRÁILER:

PÓSTER:

Poster de la película Daniela Forever
© Filmax

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