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CRÍTICA (28FestivalMálaga): «La Furia»

La consagración de Ángela Cervantes.

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© Filmax

El cine lleva mucho tiempo siendo un poderoso medio en el que explorar el trauma, especialmente el experimentado por aquellas mujeres que han sido víctimas de violencia sexual. Directoras como Emerald Fennell (Una joven prometedora), Jennifer Kent (The Nightingale) o Sarah Polley (Ellas hablan) han ofrecido diferentes perspectivas sobre el tema. Ya bien sea a través de fantasías de venganza, un realismo brutalista o discursos filosóficos, siempre hay un elemento que se mantiene constante: los problemas a la hora de encontrar una razón de ser, después de que el mundo se les ponga patas arriba.

En La furia, la directora Gemma Blasco (Jauría) aborda esta retadora temática con una remarcable sensibilidad y contención. En vez de centrarse en el acto de violencia en sí, elige explorar las consecuencias del mismo a través de una narración no lineal que refleja la desorientación, la soledad y el aturdimiento emocional de su protagonista. Enfoque que permite a Gemma construir una cinta profundamente introspectiva que no solo expone el coste personal del trauma, sino que cuestiona la forma que tienen otros a la hora de reaccionar a este –sobre todo cómo el dolor puede ser apropiado por aquellos que reclaman justicia–.

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© Filmax

En este sentido, el guion evita una progresión lineal y directa, apostando por navegar a través del pasado y presente de Alexandra (Ángela Cervantes). El espectador puede apreciar destellos de su vida previa al asalto, momentos de cercanía emocional con su hermano Adrián (Àlex Monner) o flashes de su enamoramiento con el mundo del teatro. Situaciones que se entrelazan con las dificultades a la hora de vivir un presente donde las consecuencias emocionales de la agresión le han dejado huella.

Una estructura narrativa crucial a la hora de trasmitir cómo las supervivientes procesan el trauma, no como un evento aislado con un claro inicio y final, sino como algo que reajusta su percepción del tiempo y el recuerdo. El viaje de Alexandra no se trata de un proceso para “superar” la agresión desde un punto de vista convencional. Más bien se trata de encontrar una forma de existir a pesar del peso de lo que le ha pasado.

Sin embargo, el punto que parece querer dejar más claro La furia es la crítica que esta hace a cómo otros reaccionan al sufrimiento de la mujer. Adrián, en vez de aportarle a Alexandra el apoyo que necesita, canaliza su propia ira en una obsesiva búsqueda de venganza. Su furia, aunque relativamente justificable, se convierte en su propia forma de violencia: una que se enfoca en sus emociones en vez de en las de su hermana. Adrián se ve como un justiciero moralista, pero, haciendo esto, se distancia de la figura de apoyo que necesita ella. 

Una dinámica que ejemplifica las reacciones hacia la violencia sexual del mundo real, en las que el ultraje a menudo eclipsan las necesidades de las supervivientes. Así, La furia logra hacer reflexionar sobre si esta búsqueda de justicia trata más sobre la ira del hombre y menos de la sanación de la mujer. A través de Adrián, Gemma subraya cómo la sociedad en ocasiones prioriza el castigo al apoyo, haciendo que las supervivientes se sientan más solas todavía.

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Uno de los problemas a los que se enfrentan muchas de las películas que tratan la violencia sexual es el no sobrepasar la fina línea que separa la representación de la explotación. En este sentido, películas como Irreversible han sido acusadas de voyeurismo, mientras que otras como Acusados son tachadas de centrarse más en la batalla legal que en el peaje emocional de la víctima. Pero, en el caso de La furia, Gemma toma la consciente decisión de eliminar cualquier tipo de ápice morboso, centrándose por completo en las consecuencias emocionales: los silencios de Alexandra, su lenguaje corporal o su incapacidad de conectar con los que le rodean.

Y para ello, el uso del teatro como una herramienta catártica es particularmente efectivo. En su intento por interpretar el personaje de Medea, Alexandra es capaz de externalizar su rabia y dolor de una forma que no hubiera conseguido lograr en la vida real. El contraste entre su controlado y sereno sufrimiento en el día a día y la furia desmedida que Medea emana en el escenario resalta la tensión sin resolver que está soportando. La necesidad por gritar, por destruir, por reclamar algo que le fue arrebatado y que nunca podrá recuperar.

Contraste que soporta la formidable interpretación de Ángela Cervantes (Lo que queda de ti), que le ha valido la Biznaga de Plata a la Mejor Interpretación Femenina. La actriz ganadora del Goya a la Mejor Actriz Revelación por su papel en Chavalas regala al espectador una clase magistral de contención emocional, consiguiendo en todo momento reflejar la crudeza y profundidad del estado emocional de Alexandra. Transmitiendo su dolor a través de pequeños y devastadores detalles, Ángela Cervantes logra personificar el desgaste anímico que supone lidiar con estas consecuencias sin ningún apoyo moral externo.  

Un retrato que permite consagrar a Alexandra como el corazón de la película. Incluso cuando La furia explora la obsesión en auge de Adrián, un Àlex Monner (El llanto) también galardonado con la Biznaga de Plata a la Mejor Interpretación Masculina de Reparto por su actuación, que nunca pierde de vista a aquella persona cuyo dolor es el que realmente importa. Y es que, La furia no es una película sobre venganza. La furia es una película sobre supervivencia. Sobre la imposibilidad de volver a lo que una era antes. Sobre el lento y doloroso proceso de aprender a existir de nuevo.

Por todo ello, La furia es una poderosa y necesaria película que aborda su temática con inteligencia y compasión. Al rechazar las tradicionalistas narrativas sobre venganza y centrarse en el viaje interno de su protagonista, ofrece una honesta descripción del trauma y la sanación.

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En un paraje cinematográfico que a menudo busca superar un suceso como este en forma de venganza o justicia, La furia se atreve a contar una verdad más complicada: que la supervivencia cuesta, que el dolor es, a menudo, apropiado por aquellos que dicen ayudar, y que la curación no consiste en olvidar, sino en encontrar una manera de seguir adelante.

NOTA: ★★★★★

«LA FURIA», ESTRENO EL 28 DE MARZO EN CINES.


TRÁILER:

PÓSTER:

Poster de la película La Furia
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Mario Hernández

Mario Hernández

Cinéfilo granadino de la generación del 98 (1998 más concretamente), amante del cine independiente y las grandes sagas. Entusiasta de una buena sesión de peli y manta y graduado en Economía por la Universidad de Granada (UGR) con nivel C1 de inglés. Ha realizado el curso de Crítica de Cine en la Escuela de Escritores de Madrid.

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