Crítica de ‘F1: La película’: Top Gun sobre ruedas.

En verano de 2022 se estrenó Top Gun: Maverick, secuela directa de la película de 1986 dirigida por Tony Scott. En una época en la que el blockbuster de Hollywood está dominado por las secuelas y reboots de clásicos, esta película dirigida por Joseph Kosinski caló mucho más hondo de lo que cabía esperar. Esta segunda entrega traía de vuelta el espíritu clásico de la película de Scott, pasado por un filtro contemporáneo. La revisión no era puro capricho, sino un ejercicio de nostalgia fílmica, y un alegato por el espectáculo cinematográfico diseñado para la gran pantalla. Destacaba no por señalar al pasado, sino por méritos propios: trepidantes secuencias aéreas, un reparto carismático, un acabado visual realmente apabullante y un Tom Cruise en estado de gracia.
Ahora, Kosinski se embarca en un blockbuster con una pretensión parecida. En vez de apuntar a un público generalista, ahora la diana está puesta sobre uno más específico: los fans de la Fórmula 1. Un fenómeno que Apple TV y la FIA (Federación Internacional del Automóvil) quieren explotar en forma de blockbuster veraniego. Y ponen todo de su parte, con una indudable verosimilitud, referencias a la realidad y cameos de pilotos famosos como Fernando Alonso, Carlos Sainz o Charles Lecrerc. Además, hay una clara influencia de los videojuegos de la misma temática, con la misma banda sonora (cantantes pop de la actualidad).
La película sigue la historia de Sonny Hayes (Brad Pitt), un piloto de Fórmula 1 que tuvo su mejor momento en los 90, pero que tras un terrible accidente se retiró de los circuitos importantes. Ahora, en el presente, se le ofrece una nueva oportunidad: ser el mentor del prodigio novato Joshua Pearce (Damson Idris) en el equipo Apex Grand Prix. ¿Os suena de algo?

Evidentemente, a todos nos recuerda a Top Gun: Maverick, sobre todo viniendo del mismo equipo (director, guionista, productor, DOP, compositor, etc.). La diferencia es que mientras una reciclaba una fórmula por todos conocida para reconducirla por el camino de la nostalgia, la nueva película de Kosinski tan solo aspira a replicar el éxito de la anterior. Sin embargo, podemos establecer una conexión con una película del pasado: Grand Prix (1966), dirigida por John Frankenheimer, que seguía la historia de cuatro pilotos de Fórmula 1 a través de una versión ficticia de la temporada de 1966. Además de las semejanzas argumentales, la manera de Frankenheimer de filmar las carreras ha influido claramente en la de Kosinski.

Como pasa de forma demasiado habitual en el cine deportivo, las escenas de F1 centradas en las carreras son infinitamente más interesantes que las demás. El guion, firmado por Ehren Kruger, surfea sobre las tramas de un puñado de personajes secundarios –espléndidos actores como Javier Bardem (Dune: Parte dos) o Kerry Condon (Almas en pena de Inisherin)– que forman parte de la fórmula por todos conocida: el interés amoroso del protagonista y el viejo amigo de la juventud que le trae de vuelta al negocio. Los conflictos internos y externos los hemos visto cantidad de veces. Sin irnos muy lejos, en Ford Vs Ferrari de James Mangold encontramos una buena parte de ellos. Pero todos estos clichés, todos estos personajes y situaciones, vienen acompañados de la narrativa más simple del mundo. Más simple todavía que Top Gun: Maverick. La puesta en escena de Kosinski logra un acabado visualmente atractivo, nadie lo pone en duda, pero cinematográficamente hablando no son más que postales bonitas con el único objetivo de molar mucho.
Si nos centramos única y exclusivamente en las carreras, podemos encontrar cosas de valor. Quizá no en términos estrictamente artísticos (da que pensar en comparación a Ferrari de Michael Mann, que sí estilizaba la imagen con fines plásticos), pero sí técnicos. Continuando con la puesta en escena de Top Gun: Maverick y siguiendo el modelo narrativo de Frankenheimer en Grand Prix, Kosinski se esmera en dos cosas: que el espectador esté siempre situado en las carreras (a quién vemos, en qué posición va o a quien trata de adelantar) y en lograr un grado de realismo inmersivo. No es solo la planificación de estas carreras lo que destaca, sino los recursos de puesta en escena aplicados: movimientos de cámara de 180º en el lateral del vehículo para los adelantamientos, vistas subjetivas de los pilotos, cámaras a ras del suelo o tiros de cámara con teleobjetivo mostrando a los coches como una estampida metálica ardiente. Pequeños detalles que hacen de estas secuencias casi tan trepidantes como los aviones de Top Gun.

En definitiva, el conjunto resulta un blockbuster entretenido (a pesar de sus 2h30m de duración), enfocado en agradar a los fans de la F1. Sin duda, ellos la disfrutarán más.
NOTA: ★★★☆☆
«F1», ESTRENO MAÑANA EN CINES.
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